La U-27
A mediados de enero Carlos escribía en su blog
sobre trumpismo y holandismo y en su cita de los miércoles
expresaba
Al regresar a
Villaviciosa me entró la depre. No es tan solo el caso de que no encuentre
cariño, pero no tengo la impresión de encajar en la Villa. Me aferré a
Alicante. No es que me falte el cariño de Noticias Today, pero carecen de tiempo.
Una vez más sentí empatía con Carlos. Soy una buena hija de sagitario, aventurera y
viajera, pero cuando regresé a mi tierra natal Táchira, tras los 15 años que pasé entre Málaga y Córdoba y mis escapadas por medio
planeta, me sentí extraña. Era mi casa y
mi gente, pero, aunque siempre he tenido
facilidad para relacionarme con los demás, mis viejas
y más recientes amistades, compañer@s de trabajo y partido, poco tiempo tenían para mí. Me refugié en el calor de mis alumnos, en la lectura, meditación,
los paseos y en twitter. Al igual que
Carlos, yo no encajaba, ni encajo. Sí, reconocía en Carlos y en mí una
contradicción, seres sociables
muy solitarios, ambos
necesitamos una catarsis.
El 26 de enero Carlos escribía en el muro de
Alba María una de mis estudiantes de economía “Me siento culpable, qué hacer
con un alma tan cargada”
Yo intervine en la conversación y le hablé de
Freud, Carlos respondió: “No soy seguidor
de Freud, soy más de Miller, quiero que leas mi relato “En busca del
autor perdido”, en la antología de Viena”.
Respondí que la escritura es una forma de hacer catarsis
Yo preparaba maletas, emprendía un viaje de diez días para iniciar
una investigación de campo sobre
potencialidades del turismo rural en el
Estado Táchira
Coloqué un mensaje en mi muro notificando “Por
motivos de investigación, estaré ausente unos días en twitter, sean felices,
pronto regreso”
Carlos me escribe “Chiqui feliz viaje te echaré
en falta”.
Me cautivaron sus palabras; hacía mucho que nadie me decía
que me echaría en falta. El “magara”, a pesar de la distancia, sutilmente nos
acercaba.
El 28 de
enero uno de los antiguos choferes
de la Universidad, Edgar, a quien conocí en mi época de estudiante, me recogió,
en casa de mi madre, en una furgoneta
bien equipada. Emprendimos viaje hacía
los municipios de montaña (Uribante y
Jáuregui).
En el trayecto
paramos a desayunar en el páramo el Zumbador comimos exquisiteces locales arepa de trigo, con cuajada (queso de
mano fresco), zumo de guayaba, perico (revuelto de huevo con jamón) y de postre
dulce de papaya con coco y leche.
Edgar me pregunta ¿Iris y que ha sido de la
vida de los fundadores de la U-27?,
Respondí
-
No sé nada
Hoy seis
de junio les contaré mi experiencia con la U-27
El 1 de Febrero de 1997 con 22 años de edad
estudiaba ingeniería superior industrial, me reunía en la “taguara de pocholo”,
un bar de mala muerte, muy cutre, cerca
de la Universidad, con Mari y Douglas, a tomar un par cervezas por el
cumple de Mari.
Douglas
me planteó.
-
Iris en Marzo hay elecciones de Centro de Estudiantes, ¿y si
creamos y registramos un movimiento, y
participamos en las elecciones?
No dudé
-
Sí. vamos a hacerlo
Convocamos una reunión en el edificio A, para
el tres de febrero. Asistieron 27 compañer@s de las diferentes carreras. Mostraron preocupación
por unos intereses estudiantiles que consideraban desatendidos por los
representantes que teníamos. Levantamos acta y en la misma quedó plasmado el
nombre que habíamos elegido: Unión 27, en honor a los 27 miembros fundadores.
Se me adjudicaron las
responsabilidades de la estrategia electoral y relaciones públicas. Me
echaba un gran peso encima, pero acepté.
Solo disponíamos de quince días para organizar
la campaña electoral. No teníamos un duro. Eso sí, había voluntad a raudales. Éramos
estudiantes de ingeniería y de arquitectura; había que utilizar el ingenio y
el arte. Así lo hicimos.
EL resto de contrincantes eran costeados por el bipartidismo que dominaba la Venezuela de la época Acción
Democrática y Copei.
Pacho un buen amigo y dirigente estudiantil de
Copei, en un descuido, me comentó el miércoles quince iban a colocar el material de propaganda: carteles, avisos, pancartas. Se
había abierto el plazo el lunes trece.
Mi amiga Mari y yo, caminábamos hacia su casa,
cerca de la universidad, para almorzar. Lamentábamos amargamente carecer de
dinero para la publicidad. Pero… ¡Eureka!, se encendió la bombilla. Bastaba con
mirar al edificio en construcción que teníamos delante de nuestras narices.
Había un montón de bolsas de cemento vacías, desparramadas. Nos las regalaron.
Llamamos a la pandilla de amigos grafiteros.
Mari y yo nos instalamos en la azotea de la casa de esta para limpiar bien y
cortar. Ya teníamos material. Los artista grafiteros hicieron el resto durante
jueves, viernes y sábado.
Como yo sabía que nuestros oponentes a partir
del miércoles colocarían la publicidad
financiada por los partidos, decidí que el domingo por la noche
inundaríamos de carteles la universidad. El lunes estudiantes y profesores
tendrían que ver nuestros mensajes. Mi novio, un estudiante de último curso de arquitectura,
nos asombró con pequeños muñecos de 1.30
de estatura hechos con periódicos y bolsas plásticas, que sostenían en sus
manos un cartel que pedía: “vota por U-27, y explicaba el programa electoral.
La comisión electoral nos daba 13 días de
publicidad y 5 minutos por clase para explicar
el programa.
A Rosa y
Luis se les ocurrió una mini obra teatral de 5 minutos, fue un total éxito. Ganamos
las elecciones con un 73 %
Por primera vez en 22 años el Centro de Estudiantes estaba en manos de un grupo independiente que no recibía
directrices de partidos políticos.
Después vino el ocaso de la U-27
que en otra cita les contaré.
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