miércoles, 7 de junio de 2017

Nuestra cita cotidiana

La U-27

A mediados de enero Carlos escribía en su blog sobre  trumpismo y  holandismo y en su cita de los miércoles expresaba                                                                              
Al regresar a Villaviciosa me entró la depre. No es tan solo el caso de que no encuentre cariño, pero no tengo la impresión de encajar en la Villa. Me aferré a Alicante. No es que me falte el cariño de Noticias Today, pero carecen de  tiempo.
Una vez más sentí  empatía con Carlos. Soy  una buena hija de sagitario, aventurera y viajera, pero cuando regresé a mi tierra natal Táchira, tras los  15 años que pasé entre  Málaga y Córdoba y mis escapadas por medio planeta, me sentí  extraña. Era mi casa y mi gente, pero, aunque siempre  he tenido facilidad para relacionarme con los demás,  mis viejas  y más recientes amistades, compañer@s  de trabajo y partido,  poco tiempo tenían para mí. Me  refugié en el calor  de mis alumnos, en la lectura, meditación, los paseos y en twitter.  Al igual que Carlos, yo no encajaba, ni encajo. Sí, reconocía en Carlos y en mí una contradicción,  seres   sociables  muy solitarios,  ambos necesitamos  una catarsis.
El 26 de enero Carlos escribía en el muro de Alba María una de mis estudiantes de economía “Me siento culpable, qué hacer con un alma tan cargada”
Yo intervine en la conversación y le hablé de Freud, Carlos respondió: “No soy seguidor  de Freud, soy más de Miller, quiero que leas mi relato “En busca del autor perdido”, en la  antología de  Viena”.
Respondí que la escritura es  una forma de hacer catarsis
Yo preparaba maletas,  emprendía un viaje de diez días para iniciar una investigación  de campo sobre potencialidades  del turismo rural en el Estado Táchira
Coloqué un mensaje en mi muro notificando “Por motivos de investigación, estaré ausente unos días en twitter, sean felices, pronto regreso”
Carlos me escribe “Chiqui feliz viaje te echaré en falta”.
Me cautivaron  sus palabras; hacía mucho que nadie me decía que me echaría en falta. El “magara”, a pesar de la distancia, sutilmente nos acercaba.
El 28  de  enero uno de los antiguos   choferes  de la Universidad, Edgar, a quien conocí en mi época de estudiante, me recogió, en casa de mi madre, en una  furgoneta bien equipada. Emprendimos viaje  hacía los municipios de  montaña (Uribante y Jáuregui).
En el trayecto  paramos a desayunar en el páramo el Zumbador  comimos exquisiteces  locales arepa de trigo, con cuajada (queso de mano fresco), zumo de guayaba, perico (revuelto de huevo con jamón) y de postre dulce de papaya con coco y leche.
Edgar me pregunta ¿Iris y que ha sido de la vida de los fundadores de la U-27?,
Respondí
-         No sé nada

 Hoy seis de junio les contaré mi experiencia con la U-27
El 1 de Febrero de 1997 con 22 años de edad estudiaba ingeniería superior industrial, me reunía en la “taguara de pocholo”, un bar de mala muerte,  muy cutre, cerca de la Universidad, con Mari y Douglas, a tomar un par cervezas  por  el cumple de Mari.
 Douglas me planteó.
-         Iris en Marzo hay elecciones de Centro de Estudiantes, ¿y si creamos y registramos un movimiento,  y participamos en las elecciones?
No  dudé
-          Sí. vamos a hacerlo
Convocamos una reunión en el edificio A, para el tres de febrero. Asistieron 27 compañer@s de las  diferentes carreras. Mostraron preocupación por unos intereses estudiantiles que consideraban desatendidos por los representantes que teníamos. Levantamos acta y en la misma quedó plasmado el nombre que habíamos elegido: Unión 27, en honor a los 27 miembros fundadores.
Se me adjudicaron  las  responsabilidades de la estrategia electoral y relaciones públicas. Me echaba un gran peso encima, pero acepté.
Solo disponíamos de quince días para organizar la campaña electoral. No teníamos un duro. Eso sí, había voluntad a raudales. Éramos estudiantes de ingeniería  y de  arquitectura; había que utilizar el ingenio y el arte. Así lo hicimos.
EL resto de contrincantes  eran costeados por el bipartidismo que  dominaba la Venezuela de la época Acción Democrática y Copei.
Pacho un buen amigo y dirigente estudiantil de Copei, en un descuido, me comentó el miércoles quince   iban a colocar el material de  propaganda: carteles, avisos, pancartas. Se había abierto el plazo el lunes trece.
Mi amiga Mari y yo, caminábamos hacia su casa, cerca de la universidad, para almorzar. Lamentábamos amargamente carecer de dinero para la publicidad. Pero… ¡Eureka!, se encendió la bombilla. Bastaba con mirar al edificio en construcción que teníamos delante de nuestras narices. Había un montón de bolsas de cemento vacías, desparramadas. Nos las regalaron. Llamamos a  la pandilla de amigos grafiteros. Mari y yo nos instalamos en la azotea de la casa de esta para limpiar bien y cortar. Ya teníamos material. Los artista grafiteros hicieron el resto durante jueves, viernes y sábado.
Como yo sabía que nuestros oponentes a partir del miércoles colocarían la publicidad  financiada por los partidos, decidí que el domingo por la noche inundaríamos de carteles la universidad. El lunes estudiantes y profesores tendrían que ver nuestros mensajes. Mi novio,  un estudiante de último curso de arquitectura, nos asombró con pequeños muñecos  de 1.30 de estatura hechos con periódicos y bolsas plásticas, que sostenían en sus manos un cartel que pedía: “vota por U-27, y explicaba el programa electoral.
La comisión electoral nos daba 13 días de publicidad  y 5 minutos por clase para explicar el programa.
A  Rosa y Luis se les ocurrió una mini obra teatral de 5 minutos, fue un total éxito. Ganamos las  elecciones con un 73 %
Por primera vez en 22 años  el Centro de Estudiantes  estaba en manos de  un grupo independiente que no recibía directrices  de partidos políticos.

Después vino el ocaso de  la U-27  que en otra cita les contaré.

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