Ensio Viera
Con
Iris se saca lo positivo hasta de los tropiezos. No trato de eludir el tema; el
incidente ha activado los relatos que ambos estábamos sacando del “monte del
olvido”. Si queremos salir de ésta, y me consta que es así, tenemos que quitar
el “muro” y limpiar las “piedras”. Negarlas
o ignorarlas no es lo que queremos.
La historia de
la tía Amalia que trajo a mi mente la de la tía Tecla, me ha hecho pensar en
Ensio. No podía ser de otra manera. Cuando regresé a las Palmas el año en que
heredé de la tía, mi gozo por haber logrado material para preparar un programa digno
para optar a la plaza del perfil de Civilización francesa, se hundió en un
pozo. Me enteré de la muerte de Ensio.
Me entristeció entérame
de que a su entierro solamente habían asistido su pareja y la hermana de éste.
Ensio era de Colonia del Sacramento y su familia no había tenido tiempo de
llegar. Vino su hermano unos días después del sepelio.
Como la tía
Tecla, Ensio salió “excomulgado” de la ciudad rioplatense. Se iba arropado por
un amante que ocupaba un alto cargo en el régimen franquista.
Nunca me contó
detalles, solamente mencionó el hecho. Había caído en “buenas manos”, a juzgar
por los resultados; obtuvo nacionalidad española, un puesto bien remunerado en
el Sindicato Vertical, un piso en Palma de Mallorca y vestuario digno de un
marqués, que Ensio realzaba con belleza excepcional.
Tampoco me contó
lo que pasó, pero perdió el piso y fue trasladado de puesto a Las Palmas de
Gran Canaria, con un destino en la Delegación del Ministerio de Trabajo.
Nos conocimos
cuando ambos acabábamos de llegar. Yo tenía una habitación en el hotel más
barato que encontré, en la malfamada calle de Ripoche.
Había sido
seleccionado para ocupar un puesto en el Colegio Universitario de Las Palmas.
Desde mi quiebra del café teatro Amezketak, en mi ciudad natal, Santurtzi,
apenas había levantado cabeza, aunque encontré rápidamente trabajo pese a que
había cumplido los cuarenta.
Ejercía de
profesor de inglés en la pontevedresa Bueu.
Era feliz allí y estaba en la gloria cuando disponía de unos días y el tiempo
permitía navegar a la isla de Oms, entonces un auténtico paraíso. Ignoro lo que
será ahora.
Estaba alojado y
se me abonaban 30.000 pesetas mensuales; una miseria, pero me permitía vivir
muy bien. Cataba buen marisco, porque la vendedora tenía escondidas las piezas
que no daban la talla y yo era uno de los beneficiarios del bajón de los
precios. Creo que nunca he podido ofrecerme diariamente tales lujos.
Ahorrar era
difícil. Mi sueldo en la época era bajísimo. Fue entonces cuando mi padre
encontró el anuncio de la plaza en Las Palmas. Presenté mi candidatura sin
esperanza. Es sabido que esas convocatorias ya tienen “nombre2. Me llevé una sorpresa
cuando se me anunció que había sido seleccionado. Después empezó el tormento.
Los viajes a Canarias son muy caros. Mi vestuario estaba destrozado… ¿Cómo
solucionarlo?
Me costó
conseguir el dinero para el viaje. Desde mi quiebra había perdido la dignidad.
Pero bueno, me quedaban unos pocos recursos para mantenerme unos días hasta que
pudiera obtener un adelanto de la nómina. No había para vestuario y mis zapatos
estaban agujereados.
Expuse mi
problema en la Caja de Ahorros que recibía y pagaba las nóminas del centro que
acababa de seleccionarme.
-
Tiene que pedir un certificado que acredite
la contratación y el envío de la nómina a la cuenta que acaba de abrir. Será
suficiente para conseguir un adelanto que podrá pagar con la primera paga extra
que reciba.
Parecía fácil.
No lo era. Mi petición fue recibida con una mirada que expresaba vergüenza
ajena. Ya he explicado que mi imagen no era la adecuada.
-
Es la primera vez que alguien pide semejante
cosa – Me miró, me machacó y se regocijo.
-
No pido sino reflejar la realidad. Estoy
contratado ¿No es así?
Respondí
con todas las fuerzas de que disponía. Mi interlocutora tenía más marcha de la
que la situación permitía:
-
¡Este curso! Recuerde que se le ha concedido
una venia para poder ejercer sin haber obtenido el Grado de licenciado. Si no
lee con éxito su tesina antes de terminar el curso no se le renovará el
contrato.
-
El certificado solicitado concierne a este
curso.
Terminé
por obtenerlo. Mi interlocutora tuvo, asimismo, su victoria: me amargó la mía.
No era fácil para mí encontrar a alguien que aceptara dirigir mi tesina. Los
únicos profesor@s universitari@s que conocía en España eran las de la
Universidad de La Laguna, las que me habían seleccionado y concedido la venia
para ejercer en la enseñanza superior sin el Grado de Licenciado.
Estas
señoras se negaron a dirigir mi tesina con el argumento de que no me conocían.
No me dieron la posibilidad de responder que tampoco me conocían para
seleccionar mi candidatura o para conceder la venia y que la única salida a la
situación era darme la posibilidad de
alcanzar la titulación requerida. El riesgo era mucho menor que el que habían
asumido. Aceptar la dirección de una tesis o tesina no es conceder un título.
Se
me privaba de mi derecho a réplica o al pataleo. Cierto que me podía dar el
gusto del último en mi intimidad. ¿Para qué? En su lugar, intenté buscar
soluciones.
Alguien
conocía a alguien. Me facilitó el teléfono y me autorizó a indicar que llamaba
aconsejado por ella. Mi interlocutor vivía y sigue viviendo, en Barcelona. En
la época, las comunicaciones telefónicas de Canarias a la Península eran muy
caras.
Decididamente
no podía negociar desde una cabina. No daría abasto a meter monedas y me
pondría muy nervioso…
Esto
es lo que me quemaba las entrañas, en un rincón donde pasara desapercibido con
mi jarra de cerveza vacía, en el bar Río del Parque de Santa Catalina.
-
¿Qué te tortura, ché?
Era
Ensio. Su sonrisa facilitaba mis confidencias. Me obligaba a resumir; el
siempre tenía prisa para ir de “marcha”.
-
Me vienes al pelo. Acabo de llegar a Las
Palmas y necesito a alguien para montar una fiesta. Para empezar, harás esa
llamada desde mi hotel. Está a un paso.
Aclaro
que en la época no existían los teléfonos móviles. Tampoco sentí lujuria. Era
un inicio de amistad y, con Ensio todo era motivo de celebración.
-
No comprendo que alguien como vos se
encuentre en la penuria. Ganarás fortunas, te lo digo yo. Para empezar, tenés
que prometer que escribirás mi historia…
¿Cómo
no hacerlo? Para un aspirante a escritor Ensio era un filón de oro. Bastaba con
una mirada y un poco de sicología: guapo, a la última moda en ropa, cosméticos,
perfumes…Inteligente e intuitivo, pero, debajo de la máscara aparecía una rusticidad
evidenciada por tanta sofisticación.
Ya
son síntomas interesantes. Hay que añadir que Ensio tenía muy buen gusto, hacía
alarde de pluma y estaba ansioso por hacerse amigos para celebrar su llegada a
Las Palmas.
Yo
no era ajeno a esa necesidad y necesitaba hacer la llamada mientras fuera una
hora decente. Lo era y nos fuimos al hotel. La conversación tomó veinte
minutos. Resumo: mi interlocutor aceptaba dirigir mi tesina sobre “La
traducción de la Enriada por Viera y Clavijo”. Me gusta Voltaire, aborrezco la
poesía épica y no siento interés alguno por evaluar traducciones. No importa.
El director necesitaba ese trabajo para su investigación: era mi única
oportunidad.
Ensio
me puso cervezas y canapés, después se puso a hurgar en sus camisas y
pantalones. Me venían grandes, pero él se dispuso a ajustarlos a mi talla. No
podía hacer lo mismo con los zapatos. Lo lamentaba. Lo vi en su mirada. No
intercambiamos palabras; de vez en cuando comprobaba si sus cálculos iban bien
encaminados.
Mi
anfitrión era más rápido que mi director de tesina, así que cuando terminó la
conversación ya me tenía preparado un pantalón de la casa OP, amarillo
discreto, y una camisa estampada, también discreta, de colores verde y blanco.
-
¡Pruébatelos y hago los arreglos sobre la
marcha!
Dicho
y hecho, en unos minutos lucía las prendas.
-
Vale. Ahora tenemos que arreglar esa cara y
esos pelos.
Lo
hizo; limpieza, relajación y peinado. Comprendía muy bien que no quería sus
maquillajes y potingues de pelo.
-
Ahora ya estamos preparados para celebrarlo
en un bar de uruguayos que he conocido hoy.
Hubo
fiesta, sí y Ensio tenía buen costo. Desde entonces fuimos amigos sin derecho a
roce. No hizo falta, en ningún momento verbalizarlo.
Vayamos
a su historia. Solamente me contó que cuando conoció a X, nunca me reveló la
identidad de éste, él era gordo y estaba prometido. Por lo que comprendí, su
familia no practicaba las políticas de alianzas matrimoniales de la
aristocracia o la burguesía, pero casi. Eran propietarios de un “colmado”; por
lo que entendí, un comercio de ultramarinos que añadía otros productos. La
familia de su prometida tenía una fonda y ambas familias compartían intereses y
amistad.
La
nueva relación cambió la vida de Ensio; se sometió a regímenes severos que le
permitieron lograr la perfecta silueta que lucía cuando le conocí. Imagino que
también apareció la pluma y deduzco sus
prisas por irse de Colonia del Sacramento.
Sí,
prometí escribir su historia. Cierto que maticé “cuando me asegure mi plaza”.
Pasaron
años; obtuve el Grado en Junio, el doctorado dos años después, me faltaba la
oposición para acceder a la Titularidad.
Habían
pasado muchas cosas en esos años. Ensio supo aprovechar sus encantos y contrajo
el SIDA.
Fue
el crujir de dientes en las Palmas. Había muchos y algunas que habían pasado
por su cama tras las imponentes fiestas que daba, siempre teníamos algo que
celebrar con Ensio.
Cuando
le anuncié que pasaría el verano en París para conseguir material para la
última etapa previa al cumplimiento de mi promesa, me respondió sin reproche.
-
Demasiado tarde, ¡habré muerto!
No
tenía respuesta; el SIDA era muerte rápida entonces.
Pese
a su benevolencia me sentí culpable y aún me siento ahora. No veía elección; la
única forma de supervivencia era conseguir mi plaza en la ya entonces
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Me
costó digerir que muriera durante mi estancia en París y aún no he digerido la
soledad con la que se le castigó. Le he dado un papel importante en mi quinta
novela: Las cloacas de la historia y la
Intimidad del escritor.
No
me basta y espero que acepte éste; no llegó a darme los datos para que
escribiera sobre su vida.
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