domingo, 18 de junio de 2017

Nuestra cita cotidiana

Ensio Viera

Con Iris se saca lo positivo hasta de los tropiezos. No trato de eludir el tema; el incidente ha activado los relatos que ambos estábamos sacando del “monte del olvido”. Si queremos salir de ésta, y me consta que es así, tenemos que quitar el “muro” y limpiar las “piedras”.  Negarlas o ignorarlas no es lo que queremos.
La historia de la tía Amalia que trajo a mi mente la de la tía Tecla, me ha hecho pensar en Ensio. No podía ser de otra manera. Cuando regresé a las Palmas el año en que heredé de la tía, mi gozo por haber logrado material para preparar un programa digno para optar a la plaza del perfil de Civilización francesa, se hundió en un pozo. Me enteré de la muerte de Ensio.
Me entristeció entérame de que a su entierro solamente habían asistido su pareja y la hermana de éste. Ensio era de Colonia del Sacramento y su familia no había tenido tiempo de llegar. Vino su hermano unos días después del sepelio.
Como la tía Tecla, Ensio salió “excomulgado” de la ciudad rioplatense. Se iba arropado por un amante que ocupaba un alto cargo en el régimen franquista.
Nunca me contó detalles, solamente mencionó el hecho. Había caído en “buenas manos”, a juzgar por los resultados; obtuvo nacionalidad española, un puesto bien remunerado en el Sindicato Vertical, un piso en Palma de Mallorca y vestuario digno de un marqués, que Ensio realzaba con belleza excepcional.
Tampoco me contó lo que pasó, pero perdió el piso y fue trasladado de puesto a Las Palmas de Gran Canaria, con un destino en la Delegación del Ministerio de Trabajo.
Nos conocimos cuando ambos acabábamos de llegar. Yo tenía una habitación en el hotel más barato que encontré, en la malfamada calle de Ripoche.
Había sido seleccionado para ocupar un puesto en el Colegio Universitario de Las Palmas. Desde mi quiebra del café teatro Amezketak, en mi ciudad natal, Santurtzi, apenas había levantado cabeza, aunque encontré rápidamente trabajo pese a que había cumplido los cuarenta.
Ejercía de profesor de inglés en  la pontevedresa Bueu. Era feliz allí y estaba en la gloria cuando disponía de unos días y el tiempo permitía navegar a la isla de Oms, entonces un auténtico paraíso. Ignoro lo que será ahora.
Estaba alojado y se me abonaban 30.000 pesetas mensuales; una miseria, pero me permitía vivir muy bien. Cataba buen marisco, porque la vendedora tenía escondidas las piezas que no daban la talla y yo era uno de los beneficiarios del bajón de los precios. Creo que nunca he podido ofrecerme diariamente tales lujos.
Ahorrar era difícil. Mi sueldo en la época era bajísimo. Fue entonces cuando mi padre encontró el anuncio de la plaza en Las Palmas. Presenté mi candidatura sin esperanza. Es sabido que esas convocatorias  ya tienen “nombre2. Me llevé una sorpresa cuando se me anunció que había sido seleccionado. Después empezó el tormento. Los viajes a Canarias son muy caros. Mi vestuario estaba destrozado… ¿Cómo solucionarlo?
Me costó conseguir el dinero para el viaje. Desde mi quiebra había perdido la dignidad. Pero bueno, me quedaban unos pocos recursos para mantenerme unos días hasta que pudiera obtener un adelanto de la nómina. No había para vestuario y mis zapatos estaban agujereados.
Expuse mi problema en la Caja de Ahorros que recibía y pagaba las nóminas del centro que acababa de seleccionarme.
-         Tiene que pedir un certificado que acredite la contratación y el envío de la nómina a la cuenta que acaba de abrir. Será suficiente para conseguir un adelanto que podrá pagar con la primera paga extra que reciba.
Parecía fácil. No lo era. Mi petición fue recibida con una mirada que expresaba vergüenza ajena. Ya he explicado que mi imagen no era la adecuada.
-         Es la primera vez que alguien pide semejante cosa – Me miró, me machacó y se regocijo.
-         No pido sino reflejar la realidad. Estoy contratado ¿No es así?
Respondí con todas las fuerzas de que disponía. Mi interlocutora tenía más marcha de la que la situación permitía:
-         ¡Este curso! Recuerde que se le ha concedido una venia para poder ejercer sin haber obtenido el Grado de licenciado. Si no lee con éxito su tesina antes de terminar el curso no se le renovará el contrato.
-         El certificado solicitado concierne a este curso.
Terminé por obtenerlo. Mi interlocutora tuvo, asimismo, su victoria: me amargó la mía. No era fácil para mí encontrar a alguien que aceptara dirigir mi tesina. Los únicos profesor@s universitari@s que conocía en España eran las de la Universidad de La Laguna, las que me habían seleccionado y concedido la venia para ejercer en la enseñanza superior sin el Grado de Licenciado.
Estas señoras se negaron a dirigir mi tesina con el argumento de que no me conocían. No me dieron la posibilidad de responder que tampoco me conocían para seleccionar mi candidatura o para conceder la venia y que la única salida a la situación era darme  la posibilidad de alcanzar la titulación requerida. El riesgo era mucho menor que el que habían asumido. Aceptar la dirección de una tesis o tesina no es conceder un título.
Se me privaba de mi derecho a réplica o al pataleo. Cierto que me podía dar el gusto del último en mi intimidad. ¿Para qué? En su lugar, intenté buscar soluciones.
Alguien conocía a alguien. Me facilitó el teléfono y me autorizó a indicar que llamaba aconsejado por ella. Mi interlocutor vivía y sigue viviendo, en Barcelona. En la época, las comunicaciones telefónicas de Canarias a la Península eran muy caras.
Decididamente no podía negociar desde una cabina. No daría abasto a meter monedas y me pondría muy nervioso…
Esto es lo que me quemaba las entrañas, en un rincón donde pasara desapercibido con mi jarra de cerveza vacía, en el bar Río del Parque de Santa Catalina.
-         ¿Qué te tortura, ché?
Era Ensio. Su sonrisa facilitaba mis confidencias. Me obligaba a resumir; el siempre tenía prisa para ir de “marcha”.
-         Me vienes al pelo. Acabo de llegar a Las Palmas y necesito a alguien para montar una fiesta. Para empezar, harás esa llamada desde mi hotel. Está a un paso.
Aclaro que en la época no existían los teléfonos móviles. Tampoco sentí lujuria. Era un inicio de amistad y, con Ensio todo era motivo de celebración.
-         No comprendo que alguien como vos se encuentre en la penuria. Ganarás fortunas, te lo digo yo. Para empezar, tenés que prometer que escribirás mi historia…
¿Cómo no hacerlo? Para un aspirante a escritor Ensio era un filón de oro. Bastaba con una mirada y un poco de sicología: guapo, a la última moda en ropa, cosméticos, perfumes…Inteligente e intuitivo, pero, debajo de la máscara aparecía una rusticidad evidenciada por tanta sofisticación.
Ya son síntomas interesantes. Hay que añadir que Ensio tenía muy buen gusto, hacía alarde de pluma y estaba ansioso por hacerse amigos para celebrar su llegada a Las Palmas.
Yo no era ajeno a esa necesidad y necesitaba hacer la llamada mientras fuera una hora decente. Lo era y nos fuimos al hotel. La conversación tomó veinte minutos. Resumo: mi interlocutor aceptaba dirigir mi tesina sobre “La traducción de la Enriada por Viera y Clavijo”. Me gusta Voltaire, aborrezco la poesía épica y no siento interés alguno por evaluar traducciones. No importa. El director necesitaba ese trabajo para su investigación: era mi única oportunidad.
Ensio me puso cervezas y canapés, después se puso a hurgar en sus camisas y pantalones. Me venían grandes, pero él se dispuso a ajustarlos a mi talla. No podía hacer lo mismo con los zapatos. Lo lamentaba. Lo vi en su mirada. No intercambiamos palabras; de vez en cuando comprobaba si sus cálculos iban bien encaminados.
Mi anfitrión era más rápido que mi director de tesina, así que cuando terminó la conversación ya me tenía preparado un pantalón de la casa OP, amarillo discreto, y una camisa estampada, también discreta, de colores verde y blanco.
-         ¡Pruébatelos y hago los arreglos sobre la marcha!
Dicho y hecho, en unos minutos lucía las prendas.
-         Vale. Ahora tenemos que arreglar esa cara y esos pelos.
Lo hizo; limpieza, relajación y peinado. Comprendía muy bien que no quería sus maquillajes y potingues de pelo.
-         Ahora ya estamos preparados para celebrarlo en un bar de uruguayos que he conocido hoy.
Hubo fiesta, sí y Ensio tenía buen costo. Desde entonces fuimos amigos sin derecho a roce. No hizo falta, en ningún momento verbalizarlo.
Vayamos a su historia. Solamente me contó que cuando conoció a X, nunca me reveló la identidad de éste, él era gordo y estaba prometido. Por lo que comprendí, su familia no practicaba las políticas de alianzas matrimoniales de la aristocracia o la burguesía, pero casi. Eran propietarios de un “colmado”; por lo que entendí, un comercio de ultramarinos que añadía otros productos. La familia de su prometida tenía una fonda y ambas familias compartían intereses y amistad.
La nueva relación cambió la vida de Ensio; se sometió a regímenes severos que le permitieron lograr la perfecta silueta que lucía cuando le conocí. Imagino que también apareció la pluma y deduzco  sus prisas por irse de Colonia del Sacramento.
Sí, prometí escribir su historia. Cierto que maticé “cuando me asegure mi plaza”.
Pasaron años; obtuve el Grado en Junio, el doctorado dos años después, me faltaba la oposición para acceder a la Titularidad.
Habían pasado muchas cosas en esos años. Ensio supo aprovechar sus encantos y contrajo el SIDA.
Fue el crujir de dientes en las Palmas. Había muchos y algunas que habían pasado por su cama tras las imponentes fiestas que daba, siempre teníamos algo que celebrar con Ensio.
Cuando le anuncié que pasaría el verano en París para conseguir material para la última etapa previa al cumplimiento de mi promesa, me respondió sin reproche.
-         Demasiado tarde, ¡habré muerto!
No tenía respuesta; el SIDA era muerte rápida entonces.
Pese a su benevolencia me sentí culpable y aún me siento ahora. No veía elección; la única forma de supervivencia era conseguir mi plaza en la ya entonces Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Me costó digerir que muriera durante mi estancia en París y aún no he digerido la soledad con la que se le castigó. Le he dado un papel importante en mi quinta novela: Las cloacas de la historia y la Intimidad del escritor.

No me basta y espero que acepte éste; no llegó a darme los datos para que escribiera sobre su vida.

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