martes, 13 de marzo de 2018

Nuestra cita cotidiana


La tía Eugenia II

— ¿Te había dicho que su nombre era Isidora?
Así empezamos la conversación en nuestra siguiente visita. No lo había hecho. Me sentí obligado a responder. No me dio tiempo.
—Es un nombre precioso “don  de Isis”. Su madre decidió llamarla Dolores. Ella aceptó el cambio como si desde la cuna hubiera asumido su triste destino. Sufrió la muerte de cinco de sus hij@s, cuatro en la infancia y el único varón, Rubén, en la II Guerra Mundial.
Consiguió que el tema me interesara, su corazón latía a borbotones.
—Cuando le decía que debería conservar su nombre porque tenía un don del Olimpo, respondía: “deja, es un capricho de mi madre”; no creo que fuera así; ella fue quien escogió el nombre de Pasionaria para firmar sus primeros artículos, vamos, su puesta de largo en la revolución. Se dice que fue por la fecha, ya sabes, la Semana Santa…
No tenía ni idea, pero la tía me lo hacía vivir.
—Yo no creo que dejara a Cristo cuando optó por Marx. ¿Sabías que hubo un tiempo en que pensó meterse a monja?
Mi respuesta no era esperada, la tía tenía preparado su relato.
—No había en la comarca persona más machacada;  su marido pasaba más tiempo en la cárcel que en casa, ella menos, ya te he comentado las muertes de sus hijos… pese a todo, peleaba como una leona, para redimirnos  y no sé de dónde sacaba tiempo para velar enfermos: la zona estaba terriblemente castigada por  la tuberculosis…
No sé cómo, pero, de pronto, nos encontramos ambos en un altar. Veía allí, un mundo terrenal, aunque no era consciente de lo que hablaban. Algunos años después, esta experiencia me sirvió para comprender algo de la mística que nos metían a los catorce años.
—También como Cristo echaba a los fariseos de su Templo. Doña Sebastiana  Hugarte, esposa de un rico minero, acudió en su “socorro”. Esas “damas de San Pablo”, todas de esas liberadas de los quehaceres por el servicio que sometían a esclavitud, pretendían salvar un alma, antes tan piadosa y ahora tan revolucionaria. Le ofrecieron casa con huerta y trabajo para su marido cuando fuera liberado. Dolores respondió que comenzaran por liberar a sus esclav@s y que ella y su marido no dejarían la lucha de liberación que habían emprendido. Mertxe era una de las damas del séquito. Ella me lo contó.
— ¿Por qué dice ahora que es puta?
—Por la separación y por sus amores con Francisco Antón, guaperas y 17 años más joven. El matrimonio no funcionaba por la simple razón de que el marido no soportaba que su mujer pintara más en el partido. Dolores le quería, pero no podía renunciar al papel que le tocaba jugar. Hacían falta muchas Dolores. El pueblo estaba sufriendo…Era lo mejor que podían hacer.
La tía dejó escapar un sollozo tan sonoro que llamó la atención de todo el personal. Nos sentimos invadidos.
—No es nada, solo recuerdos que necesitaban salir.
Mi padre me hizo un gesto que me invitaba a salir de nuestro encuentro. Es la primera vez que di un abrazo a la tía. Ella me retuvo .No necesitaba palabras para expresarme el infierno que fue su matrimonio.


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