jueves, 15 de julio de 2021

Nuestra cita cotidiana

 

El 15 de julio de 1977, la dictadura de Videla secuestró a varios científicos. Nunca han sido encontrados. Sara Rus lo presenta muy bien: “La garganta poderosa”: https://m.facebook.com/gargantapodero/photos/a.226628010739403/1753987108003478/?type=3&eid=ARBlh0Qp66bUX2vYzR5MKawEQVZJ_VpFY6aefpHyk0nSeZLB5PYcE7KvApK9UeYJXhhB7h6nirUCYig1

 

Te aconsejo pinchar. La web no me permite copiar párrafo alguno.

Adrian Cativelli ofrece un resumen: https://twitter.com/adriancatti/status/1283372971885768706

 

 

Adrián Cattivelli

@adriancatti

 

·

15 jul. 2020

15 de julio de 1977: en Buenos Aires, la dictadura de Videla secuestra al físico nuclear Daniel Lázaro Rus junto con sus colegas Gerardo Strejilevich y Nélida Barroca en la puerta de la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica). Serán «desaparecidos», torturados y asesinados.

 

El 15 de julio de 1994 terminó el genocidio de Ruanda. Ecu Red lo explica muy bien: “Genocidio en Ruanda”: https://www.ecured.cu/Genocidio_en_Ruanda

Unos párrafos. Debes pinchar:

 

Genocidio de Ruanda intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda en 1994. En el pasado, en Ruanda se distinguían dos estamentos dentro de la etnia banyaruanda, a la que pertenece casi toda la población: la mayoría hutu y la minoría tutsi. No existe ningún rasgo racial ni lingüístico específico que diferencia a hutus y tutsis. Por lo tanto, después del genocidio, en 1994 ambas distinciones fueron eliminadas de los carnets de identidad. Antes de la independencia del país, sus líderes siempre fueron tutsis. Desde 1961 hasta 1994, el poder fue asumido por los hutus.

El genocidio fue financiado, por lo menos en parte, con el dinero sacado de programas de ayuda internacionales, tales como la financiación proporcionada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional bajo un Programa de Ajuste Estructural. Se estima que se gastaron 134 millones de dólares en la preparación del genocidio—ya de por sí una de las naciones más pobres de la Tierra—con unos 4,6 millones de dólares gastados solo en machetes, azadas, hachas, cuchillos y martillos. Se estima que tal gasto permitió que uno de cada tres varones hutus tuviera un machete nuevo.

Cuando las masacres comenzaron en 1994, muchos tutsi y disidentes hutu buscaron refugio en las iglesias.[5] Sin embargo esto facilitó la labor de la interaharnwe (patrullas de la muerte del gobierno y el ejército) que sabía dónde encontrarlos y podía confiar en la delación de clérigos y monjas. Es por este motivo que tantas fotos de fosas comunes muestran suelo santo y es también la razón de que muchos clérigos y monjas se enfrentasen a juicios por genocidio.

El padre Wenceslas Munyeshyaka es un ejemplo. Figura líder en la catedral de Kigali, escapó a Francia con ayuda de sacerdotes franceses pero fue posteriormente acusado de genocidio por haber aportado listas de civiles a la interahamwe y por la violación de jóvenes refugiadas. Según narra Paul Rusesabagina, el padre Wenceslas Munyeshyaka solía referirse a su propia madre tutsi como cucaracha. Estos hechos no impidieron que el padre Wenceslas retomase sus actividades pastorales en Francia hasta que fue finalmente arrestado.

El obispo de Gikongoro, Monseñor Augustin Misago, también destacó por su participación en el genocidio. Primero solicitando al Vaticano en junio de 1994 que se llevase a los sacerdotes tutsi del país porque en Ruanda ya no se les quería y por hechos como lo ocurrido el 4 de mayo de 1994: poco después de la última aparición Mariana en Kibeho, el obispo se presentó junto con la policía ante un grupo de 90 niños tutsi que se encontraban retenidos. El obispo les dijo que no se preocupasen porque la policía los cuidaría. Tres días después la policía colaboró en la masacre de 82 de estos niños.

Mientras ocurría la tragedia, el mundo entero parecía ajeno a la barbarie y no intervino para parar el trágico conflicto. En el caso de Francia, y esto puede ser extensivo a Bélgica y a Alemania, todos con importantes intereses en la zona desde el siglo XIX, el comportamiento no fue del todo solidario. El general Roméo Dallaire describe la actitud de estos tres países antes, durante y después del conflicto, ante la pregunta de por qué los franceses impedían que ganaran la guerra los tutsis:

"Los franceses se mueven en la zona por la llamada francophonie, por el orgullo de controlar. E invariablemente ayudan a los hutus. Enseguida comprobé asombrado que tanto franceses como belgas y alemanes tenían allí consejeros a docenas. Ellos sí sabían lo que pasaba, pero ninguno proporcionaba a la ONU, es decir, a mí, su representante, la información que poseían. Y al mismo tiempo, esos países que estaban en el Consejo de Seguridad tampoco dejaban a la ONU, a mí, montar mi propia unidad de información, porque, decían, el mandato no contemplaba eso. Incluso cuando tuve constancia de que se pasaban armas de contrabando a través de la frontera de Uganda y pedí permiso para buscarlas, me contestaron que no."

Durante el tiempo que duró el genocidio, ninguno de los gobernantes estadounidenses, usó esta palabra para definir lo que estaba ocurriendo en el país centroafricano. El haberlo admitido les hubiera obligado a intervernir en el conflicto. En su lugar, utilizaron la definición «actos de genocidio» para describir la situación. Pero lo más importante y que más influencia tuvo en el seno de las Naciones Unidas y por lo que no se actuó antes, fueron las continuas discrepancias que Estados Unidos sostuvo con el Secretario General de la ONU en ese momento, Boutros Boutros-Ghali. Las decisiones de este, en varias ocasiones, chocaron de frente con las intenciones del Gobierno estadounidense.


Gracias a l@s 972 que acudisteis a la cita de ayer

Gracias a Iris

Gracias a ti

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