El 3 de julio de 1754 se produjo la
batalla de Great Meadows. Wikipedia lo presenta muy bien: “Batalla de Great
Meadows”: https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Great_Meadows
La batalla
de Great Meadows, también conocida como batalla de Fort Necessity, fue un enfrentamiento de la guerra
franco-india que se
desarrolló el 3 de julio de 1754 en el oeste del Estado de Pensilvania. Es considerado, junto con la batalla
de Jumonville Glen, como el inicio de
la guerra que pronto se extendió a Europa, donde se conoció
como guerra de los Siete Años. Esta batalla llevó a la única rendición
de George
Washington en su vida
militar.
Esta batalla, junto
con la Jumonville Glen, fue el resultado de varios años de disputas fronterizas
entre Gran Bretaña y Francia en sus
imperios norteamericanos. Estos conflictos se centraron sobre
todo en el llamado territorio del Ohio, que abarca los
actuales estados de Ohio, Pennsylvania y Virginia Occidental
El 3 de julio de 1898
se produjo el hundimiento del imperio español. “El Confidencial lo presenta muy
bien “El fin del imperio español”: https://www.elconfidencial.com/area-privada-ec-exclusivo/2020-11-26/fin-imperio-espanol-tomas-perez-vejo_2848176/
1898 es una
fecha clave en la historia de la España contemporánea. Sin embargo, los efectos
de la pérdida de colonias como Cuba y Filipinas en la
política y la economía española no han sido plenamente comprendidos. O se han
distorsionado a la luz de interpretaciones muy posteriores. El historiador
español Tomás Pérez Vejo, profesor de la Escuela Nacional de
Antropología e Historia de México, acaba de publicar un relato extraordinario
sobre ese acontecimiento, '3 de julio de 1898. El fin del imperio español',
editado por Taurus. Ofrecemos un fragmento de su primer capítulo.
Apenas dos semanas
después de la derrota de Santiago, el 18 de julio de 1898, el Gobierno español solicitaba, a
través de la embajada francesa en Washington, el cese de las
hostilidades, todavía con la propuesta de ceder Cuba pero
conservando Puerto Rico, la isla de Guam, las Marianas, las Carolinas, las
Palaos y las Filipinas. La respuesta de Estados Unidos fue exigir la evacuación
inmediata de Cuba y la entrega, en concepto de indemnización, de Puerto Rico,
la isla de Guam y la ciudad y puerto de Manila. El Tratado de París, firmado el
10 de diciembre, ampliaría esas exigencias con la cesión a Estados Unidos del
conjunto del archipiélago de las Filipinas, no sólo el enclave manileño,
compensada con el pago de una indemnización de veinte millones de dólares.
Las condiciones de paz difícilmente
habrían podido ser más humillantes, tanto
para España como para los territorios que habían dejado de ser sus colonias; en
París no hubo representantes cubanos, ni puertorriqueños ni filipinos, y menos
aún, por supuesto, de ninguna de las demás islas del Pacífico. Lo que había
empezado como una guerra de independencia de cubanos y filipinos terminaba con
la derrota infligida a España por Estados Unidos, que negó a los rebeldes
cualquier papel en las negociaciones de paz. Como el 5 de enero de 1899
escribiría con amargura en su diario de campaña el general cubano Máximo Gómez:
Tristes se han ido ellos y tristes
hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba
con la paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes
soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en
los campos de batalla […] Pero los americanos han amargado con su tutela
impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores; y no supieron
endulzar la pena de los vencidos.
Las consecuencias políticas internas
fueron también insignificantes, al menos a corto plazo. A pesar de la
responsabilidad del sistema político en el desastre, la Restauración sobrevivió
sin demasiados problemas a la crisis. Ninguno de los temores de la clase
política (una revolución, un golpe de Estado, el fin de la monarquía, una
sublevación carlista, etc.) llegó a materializarse. La
Constitución de 1876 seguiría vigente otros treinta años, tantos como los que
había estado en vigor hasta ese momento. La monarquía sobrevivió a la derrota
—incluida la subida de Alfonso XIII al trono en 1902, con apenas dieciséis
años— y el sistema del "turno pacífico" entre los partidos liberal y
conservador continuó hasta 1913, incluso con la vuelta al poder de Sagasta
—bajo cuyo mandato se había perdido la guerra— apenas dos años después de
terminada la contienda.
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