sábado, 3 de julio de 2021

Nuestra cita cotidiana

 

El 3 de julio de 1754 se produjo la batalla de Great Meadows. Wikipedia lo presenta muy bien: “Batalla de Great Meadows”: https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Great_Meadows

 

La batalla de Great Meadows, también conocida como batalla de Fort Necessity, fue un enfrentamiento de la guerra franco-india que se desarrolló el 3 de julio de 1754 en el oeste del Estado de Pensilvania. Es considerado, junto con la batalla de Jumonville Glen, como el inicio de la guerra que pronto se extendió a Europa, donde se conoció como guerra de los Siete Años. Esta batalla llevó a la única rendición de George Washington en su vida militar.

Esta batalla, junto con la Jumonville Glen, fue el resultado de varios años de disputas fronterizas entre Gran Bretaña y Francia en sus imperios norteamericanos. Estos conflictos se centraron sobre todo en el llamado territorio del Ohio, que abarca los actuales estados de OhioPennsylvania y Virginia Occidental

 

El 3 de julio de 1898 se produjo el hundimiento del imperio español. “El Confidencial lo presenta muy bien “El fin del imperio español”: https://www.elconfidencial.com/area-privada-ec-exclusivo/2020-11-26/fin-imperio-espanol-tomas-perez-vejo_2848176/

1898 es una fecha clave en la historia de la España contemporánea. Sin embargo, los efectos de la pérdida de colonias como Cuba y Filipinas en la política y la economía española no han sido plenamente comprendidos. O se han distorsionado a la luz de interpretaciones muy posteriores. El historiador español Tomás Pérez Vejo, profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, acaba de publicar un relato extraordinario sobre ese acontecimiento, '3 de julio de 1898. El fin del imperio español', editado por Taurus. Ofrecemos un fragmento de su primer capítulo.

Apenas dos semanas después de la derrota de Santiago, el 18 de julio de 1898, el Gobierno español solicitaba, a través de la embajada francesa en Washington, el cese de las hostilidades, todavía con la propuesta de ceder Cuba pero conservando Puerto Rico, la isla de Guam, las Marianas, las Carolinas, las Palaos y las Filipinas. La respuesta de Estados Unidos fue exigir la evacuación inmediata de Cuba y la entrega, en concepto de indemnización, de Puerto Rico, la isla de Guam y la ciudad y puerto de Manila. El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre, ampliaría esas exigencias con la cesión a Estados Unidos del conjunto del archipiélago de las Filipinas, no sólo el enclave manileño, compensada con el pago de una indemnización de veinte millones de dólares.

Las condiciones de paz difícilmente habrían podido ser más humillantes, tanto para España como para los territorios que habían dejado de ser sus colonias; en París no hubo representantes cubanos, ni puertorriqueños ni filipinos, y menos aún, por supuesto, de ninguna de las demás islas del Pacífico. Lo que había empezado como una guerra de independencia de cubanos y filipinos terminaba con la derrota infligida a España por Estados Unidos, que negó a los rebeldes cualquier papel en las negociaciones de paz. Como el 5 de enero de 1899 escribiría con amargura en su diario de campaña el general cubano Máximo Gómez:

Tristes se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba con la paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de batalla […] Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores; y no supieron endulzar la pena de los vencidos.

Las consecuencias políticas internas fueron también insignificantes, al menos a corto plazo. A pesar de la responsabilidad del sistema político en el desastre, la Restauración sobrevivió sin demasiados problemas a la crisis. Ninguno de los temores de la clase política (una revolución, un golpe de Estado, el fin de la monarquía, una sublevación carlista, etc.) llegó a materializarse. La Constitución de 1876 seguiría vigente otros treinta años, tantos como los que había estado en vigor hasta ese momento. La monarquía sobrevivió a la derrota —incluida la subida de Alfonso XIII al trono en 1902, con apenas dieciséis años— y el sistema del "turno pacífico" entre los partidos liberal y conservador continuó hasta 1913, incluso con la vuelta al poder de Sagasta —bajo cuyo mandato se había perdido la guerra— apenas dos años después de terminada la contienda.

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