jueves, 23 de mayo de 2019

borrador 5º capítulo de novela que aún no tiene título


Mariano Luis de Urquijo
Aprendí mucho ayer de la lección que me dio mi sobrino.
Había olvidado algo que yo mismo pongo tanto empeño en predicar; los fueros empiezan en uno mismo y sus cimientos se construyen en la familia.
Nunca había faltado a la cena familiar pese a las urgencias de mis múltiples cargos financieros y políticos.
El cumplimiento de esta norma siempre ha sido de gran ayuda en la resolución de problemas que me agobiaban.
Mi escritura se había apoderado de mí hasta el punto en que me había ocultado los pilares.
Nadie me pidió explicaciones por mi quebranto; había inquietud en las miradas y, se me anunció la petición de visita de don Isidoro; un gran amigo que es médico.
—¿Estáis preocupados por mi salud?
Pregunté a sabiendas  de que la negativa respuesta no ocultaría los miedos que traspiraban en un comedor en el que se practicaba la Junta de Seres que buscan su lugar en este mundo.
Mostré mi acuerdo para la visita y creo que expliqué lo que me preocupaba.
Una vez más, tuvimos “concejo” en nuestra cena de familia y creo que dejé a todo el mundo convencido de que en la cena de hoy leeré lo que estoy escribiendo.
Mis años y mi enfermedad están ahí, tengo que terminar mi obra antes de morir.
 Claro que confío en la sabiduría de mi sobrino, pero la degradación de la estirpe de un rey como Carlos III me hace temblar; el marquesado nos ha metido a los Urquijo en el derecho feudal que impone la heredad al mayorazgo y las alianzas matrimoniales en la endogamia de la “Grandeza”.
Mariano Luis de Urquijo logró que se debatiera sobre el interés de usar fueros que dieran dignidad a los súbditos de Carlos IV, como Secretario de Estado y de Despacho de su majestad Católica entre 1798 y 1800.
Logró un interés por el tema en los entornos del poder, pero el Motín de Aranjuez le quitó la escucha.
La invasión napoleónica y la abdicación y venta de coronas  de las dos Majestades Católicas  en favor de Napoleón fue el marco de la recuperación política de este hombre.
El emperador de los franceses le invitó a Bayona para negociar reformas en la Constitución que su hermano, el nuevo rey de España, José Bonaparte quería someter a los órganos representativos de la España que se proponía gobernar.
El invitado no representaba entonces institución alguna en la España que necesitaba Bonaparte.
Algo o alguien tuvo que poner mucho empeño para que este Urquijo fuera invitado a negociar los cambios que darían aires españoles a la Constitución bonapartista en España.
Yo tengo mis propias teorías para explicar un hecho tan inaudito como el que propulsó al personaje en el poder de un Carlos IV decadente, precisamente, en aquel octubre de 1791, cuando la Santísima Inquisición se sentía muy ultrajada por la que había montado ese “tal”Mariano Luis de Urquijo.
Alguien o algo debió actuar para que Su Majestad Católica se fijara en ese personaje que se había atrevido a traducir La muerte de César , obra de un Voltaire de lectura prohibida por la Santa Madre Iglesia y lo rescatara de las iras de la última, para darle voz y voto en el gobierno.
Pero es que este hombre no solamente había atacado al poder del altar. Se había atrevido a añadir a la publicación una introducción que expresaba su amarga crítica a la cultura y al espectáculo de la España de su época.
El “tal!” Mariano Luis tenía muchos y poderosos enemigos y la obra de Voltaire señala teorías peligrosas para los poderosos que ven caer su reino a pedazos.
De aquí surgieron teorías anecdóticas: cierto es que Napoleón, como Augusto, había transformado la República en Imperio, aunque, en ambos casos se proclame la pervivencia de los pilares republicanos.
 También es cierto que el emperador de los franceses tenía contactos y agentes en la corte y en la España de Carlos IV.
 No niego que pudiera haber habido intervención bonapartista en el salvamento y lanzamiento en la responsabilidad  de este Urquijo que mi tío, el párroco, me hizo apreciar tanto.
Mi opinión es que había algo o alguien en la corte de Carlos IV que se caía a pedazos que esperaba que esta España que nos tocaba vivir  podía, aún, echar los lastres que nos hundían y que ese alguien hizo ver a Napoleón la conveniencia de dar protagonismo al que Fernando VII cerró el paso.
Estoy sangrando de la nariz y casi es la hora de la cena.

Gracias a l@s 433 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

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