domingo, 19 de mayo de 2019

borrador de novela que aún no tiene título


Mis maestros
Madrid,, 31 de marzo de  1889

He tenido mucha suerte con mi sobrino Juan Manuel;  sigue levantando el edificio que inicié y que legaré dentro de poco: un artificio financiero  y político  bendecido por el marquesado de  Urquijo que goza  con la excelente acogida  de la “Grandeza” de España  y de la Corona.

Yo le eduqué- Me consta que éste pondrá las “tripas” en transmitir a sus sucesores la marca del marquesado de Urquijo.
Uso el título nobiliario porque hay otros Urquijo, que no son de mi rama de familia, y que han intentado, con menos éxito que yo, dejar  su huella  a principios del l siglo  XIX.  Mariano José de Urquijo y Muga lo intentó en su labor en el reinado de Carlos IV y, con mucha más fuerza  y rango, en el de José de Bonaparte. También supo hacer fortuna que le permitió decorosa  expatriación en París.
Estoy convencido de que este hombre hubiera podido llegar tan lejos o más que yo si no se hubieran conjurado los intereses de Inglaterra con los de la Santa Madre Iglesia y los de una aristocracia,  que saben imponerse en sus enormes feudos.
José Bonaparte era una bendición para una España cuyos reyes, Fernando VII y Carlos IV, habían corrido a los faldones de Napoleón para resolver sus conflictos y para vender sus títulos de Majestad Católica   por la Gracia de Dios.
José  Bonaparte se confrontó a su poderoso hermano, el  emperador de los franceses, para defender los intereses de los ciudadanos a los que se le había impuesto gobernar, primero en Nápoles y después en España.
¡Ni siquiera le quisieron las Cortes que reunían   a los “progresistas” en Cádiz!
José Bonaparte y Mariano José de Urquijo y Muga tuvieron que irse de España tras la derrota de los ejércitos franceses. Las circunstancias no les permitieron hacer  más-aquí.
Mi tío, el cura que me educó en Llodio, me habló de su experiencia en el Bilbao de  aquella  época: había dos Urquijos originarios de la villa implicados en las políticas de Carlos IV y de José Bonaparte. Uno de ellos, Rafael, no había sido castigado con el destierro al regreso de Fernando VII,  vivía en la ciudad donde nació, desencantado de la vida.
“Es un pobre fracasado”, lamentaba mi tío el cura.
Hacía que sintiera pena, pero, todo  se iba al final de la  frase.
Carezco de noticias del último, el primero ha encontrado espacio en mi proceso de aprendizaje.
Ocurrió unos años más tarde, lo recuerdo muy bien, fue el  3 de abril de abril de 1830 y las reformas políticas que intentó llevar a cabo este hombre fueron cimientos de la educación  que me dio mi cuñado Martín  Francisco Erice.
Yo tenía 14 años y ya mi segundo maestro había encontrado en mí material.



Gracias a l@s 454 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias  a Iris
Gracias a ti

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