Mis
maestros
Madrid,, 31 de marzo de 1889
He tenido mucha suerte con mi sobrino Juan
Manuel; sigue levantando el edificio que
inicié y que legaré dentro de poco: un artificio financiero y político bendecido por el marquesado de Urquijo que goza con la excelente acogida de la “Grandeza” de España y de la Corona.
Yo le eduqué- Me consta que éste pondrá las
“tripas” en transmitir a sus sucesores la marca del marquesado de Urquijo.
Uso el título nobiliario porque hay otros Urquijo,
que no son de mi rama de familia, y que han intentado, con menos éxito que yo,
dejar su huella a principios del l siglo XIX.
Mariano José de Urquijo y Muga lo intentó en su labor en el reinado de
Carlos IV y, con mucha más fuerza y
rango, en el de José de Bonaparte. También supo hacer fortuna que le permitió
decorosa expatriación en París.
Estoy convencido de que este hombre hubiera podido
llegar tan lejos o más que yo si no se hubieran conjurado los intereses de
Inglaterra con los de la Santa Madre Iglesia y los de una aristocracia, que saben imponerse en sus enormes feudos.
José Bonaparte era una bendición para una España
cuyos reyes, Fernando VII y Carlos IV, habían corrido a los faldones de
Napoleón para resolver sus conflictos y para vender sus títulos de Majestad
Católica por la Gracia de Dios.
José
Bonaparte se confrontó a su poderoso hermano, el emperador de los franceses, para defender los
intereses de los ciudadanos a los que se le había impuesto gobernar, primero en
Nápoles y después en España.
¡Ni siquiera le quisieron las Cortes que reunían a los “progresistas” en Cádiz!
José Bonaparte y Mariano José de Urquijo y Muga
tuvieron que irse de España tras la derrota de los ejércitos franceses. Las
circunstancias no les permitieron hacer más-aquí.
Mi tío, el cura que me educó en Llodio, me habló
de su experiencia en el Bilbao de aquella
época: había dos Urquijos originarios de la villa implicados en las
políticas de Carlos IV y de José Bonaparte. Uno de ellos, Rafael, no había sido
castigado con el destierro al regreso de Fernando VII, vivía en la ciudad donde nació, desencantado
de la vida.
“Es un pobre fracasado”, lamentaba mi tío el cura.
Hacía que sintiera pena, pero, todo se iba al final de la frase.
Carezco de noticias del último, el primero ha
encontrado espacio en mi proceso de aprendizaje.
Ocurrió unos años más tarde, lo recuerdo muy bien,
fue el 3 de abril de abril de 1830 y las
reformas políticas que intentó llevar a cabo este hombre fueron cimientos de la
educación que me dio mi cuñado
Martín Francisco Erice.
Yo tenía 14 años y ya mi segundo maestro había
encontrado en mí material.
Gracias a l@s 454 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a
Iris
Gracias a ti
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