viernes, 24 de mayo de 2019

borrador de 6º capítulo de novela aún sin título


Mariano Luis de Urquijo II
Pienso que todos nos sentimos  altamente satisfechos con una cocina en la que el Fuero de Ayala ha producido tan excelentes resultados como prósperos negocios y (o) carreras.
Esta rama nuestra de los Urquijo debe mucho al valle y a los usos del mismo y aquí nos  traemos a los que consideran que les conviene un paso por la Villa y Corte para encontrar su lugar en este mundo.
Este tema de conversación inicia la de la cena. Crear en nuestro domicilio un centro que compendia y promueve el desarrollo de una cocina sana y equilibrada no ha sido despilfarro; gastamos menos en esta partida que cualquiera de los que intentan competir en rango, y que, desde luego no pueden hacerlo en riqueza o poderío.
—Mariano Luis de Urquijo encontró, al inicio de su licenciatura de Derecho en la Universidad de Salamanca, un campo muy abonado de Ilustración francesa y el “tal” Urquijo  supo aprovechar hasta la última gota.
El sobrino en quien he delegado  la marca sabe provocarme;  mi “tal” Urquijo es un personaje de ficción y debe someterse a su función en la misma. Es la historia de un hombre que defendió el Derecho  foral y combatió el feudalismo de esta España tan feudal.
Supo jugar en los equipos  ganadores de gobiernos aparentemente tan antagónicos como los de Aranda y   de Godoy…
Estoy convencido de que mi querido sobrino no alude a estos detalles tan sabidos como es el simple hecho de que fuera el propio Napoleón quien encontró mucha resistencias en Carlos IV para que Su Majestad Católica prescindiera de un “tal” Urquijo que consideraba pieza tan preciada por un soberano que se sentía tan acosado.
Yo mismo había mostrado una copia, que me proporcionó mi tío el párroco, de una carta que hizo llegar el “tal Urquijo”, a Napoleón, cuando éste era I Cónsul y aquel había bien utilizado su traducción de La muerte deCésar.  En el mensaje, este hombre dejaba muy claro que España no es una provincia francesa.
Escucho con retraso el silencio que ha provocado la frase de mi sobrino.
Veo la cara de decepción de quien ha introducido el tema de mi relato.
—Todos sabemos que el tal Urquijo fue alguien muy especial. Eso hay que hacerlo ver. Yo trato de aprender a contarlo.
Temo que mis pensamientos que han impuesto tal silencio han hecho más mella de lo que pueden desactivar mis palabras que tratan de reparar.
—¿No tienes confianza en mí?
Son las palabras de alguien que necesita un abrazo.
—No voy a repetirte una vez más, lo agradecido que te estoy de mantener tan bien la marca. Tampoco voy a recordarte que el marquesado impone mayorazgos. Ya sabemos todo eso. No está de más que queden unas memorias que recuerden hechos, como esta conversación, por ejemplo.
Hago una corta pausa y continúo:
—Me he dejado llevar por la farándula y tú estabas en la marca. Paparruchas: demos el paso y ya está.
De pronto me he dado cuenta de que en el comedor hay más personas y de que mi cabeza no me da para tantos pasos.
—Bueno…
Dice Cecilia. Siempre ha habido una en la familia para honrar a mi difunta hermana. Ésta nos deja pensar un poco y continúa:
—Yo creo que Carlos IV y Bonaparte necesitaban al “tal” Urquijo y que éste supo aprovechar su momento. Bien ¿Y qué?
Pregunta mi sobrina preferida con descaro,  y añade, pontifical:
—No supo calcular lo que podía lograr en una situación que le concedió tan poco tiempo. Josefina  de Beauharnais , incapaz de dar un heredero al emperador, aceptó el divorcio, pero aseguró a su estirpe tronos que aún conserva,   en Bélgica, Noruega, Luxemburgo…No olvidemos al emperador Napoleón III, nieto de Josefina, que dio a Francia el gobierno más largo de la postrevolución, desde 1852 a 1870.
Cecilia está exultante en la provocación cariñosa que me dirige.
—El pretendido sobrino del emperador no tenía sangre bonapartista.
Corta con una de sus risas siempre tan mal fingidas, Julia. Se refiere a los fundados rumores sobre la vida sexual de la hija de Josefina durante su matrimonio con el hermano de Napoleón coronado como rey de Holanda.
Lamento no haber sabido educar a todos mis Urquijos. No tengo empacho en responder a Cecilia y en mostrar a las claras mi placer por continuar en un tema tan brillantemente planteado.
—Tengo razones para creer  que la Boharnais estaba bien informada de la existencia del “tal” Urquijo y de la obra que éste tradujo de Voltaire. Esta señora se movía muy bien en los poderes del Directorio. Julia contaría mejor las historias de cama, aunque lo que importa son las intervenciones de la señora sus  respecto al “tal” Urquijo. Sí, es cierto que no he entrado en el papel que hubiera podido jugar esta mujer, aunque está incluida en esos “algo o alguien”, también hay que incluir a José Bonaparte, quien también tenía poder en el Directorio-
Cecilia es muy buena alumna y aplaudo su decisión de visibilizar a las mujeres.

Gracias a l@s 583 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

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