Mariano Luis de
Urquijo II
Pienso que todos nos sentimos altamente satisfechos con una cocina en la
que el Fuero de Ayala ha producido tan excelentes resultados como prósperos
negocios y (o) carreras.
Esta rama nuestra de los Urquijo debe
mucho al valle y a los usos del mismo y aquí nos traemos a los que consideran que les conviene
un paso por la Villa y Corte para encontrar su lugar en este mundo.
Este tema de conversación inicia la de
la cena. Crear en nuestro domicilio un centro que compendia y promueve el
desarrollo de una cocina sana y equilibrada no ha sido despilfarro; gastamos
menos en esta partida que cualquiera de los que intentan competir en rango, y
que, desde luego no pueden hacerlo en riqueza o poderío.
—Mariano Luis de Urquijo encontró, al
inicio de su licenciatura de Derecho en la Universidad de Salamanca, un campo
muy abonado de Ilustración francesa y el “tal” Urquijo supo aprovechar hasta la última gota.
El sobrino en quien he delegado la marca sabe provocarme; mi “tal” Urquijo es un personaje de ficción y
debe someterse a su función en la misma. Es la historia de un hombre que
defendió el Derecho foral y combatió el
feudalismo de esta España tan feudal.
Supo jugar en los equipos ganadores de gobiernos aparentemente tan
antagónicos como los de Aranda y de Godoy…
Estoy convencido de que mi querido
sobrino no alude a estos detalles tan sabidos como es el simple hecho de que
fuera el propio Napoleón quien encontró mucha resistencias en Carlos IV para
que Su Majestad Católica prescindiera de un “tal” Urquijo que consideraba pieza
tan preciada por un soberano que se sentía tan acosado.
Yo mismo había mostrado una copia, que
me proporcionó mi tío el párroco, de una carta que hizo llegar el “tal
Urquijo”, a Napoleón, cuando éste era I Cónsul y aquel había bien utilizado su
traducción de La muerte deCésar. En
el mensaje, este hombre dejaba muy claro que España no es una provincia
francesa.
Escucho con retraso el silencio que ha
provocado la frase de mi sobrino.
Veo la cara de decepción de quien ha
introducido el tema de mi relato.
—Todos sabemos que el tal Urquijo fue
alguien muy especial. Eso hay que hacerlo ver. Yo trato de aprender a contarlo.
Temo que mis pensamientos que han
impuesto tal silencio han hecho más mella de lo que pueden desactivar mis
palabras que tratan de reparar.
—¿No tienes confianza en mí?
Son las palabras de alguien que
necesita un abrazo.
—No voy a repetirte una vez más, lo agradecido
que te estoy de mantener tan bien la marca. Tampoco voy a recordarte que el
marquesado impone mayorazgos. Ya sabemos todo eso. No está de más que queden
unas memorias que recuerden hechos, como esta conversación, por ejemplo.
Hago una corta pausa y continúo:
—Me he dejado llevar por la farándula
y tú estabas en la marca. Paparruchas: demos el paso y ya está.
De pronto me he dado cuenta de que en
el comedor hay más personas y de que mi cabeza no me da para tantos pasos.
—Bueno…
Dice Cecilia. Siempre ha habido una en
la familia para honrar a mi difunta hermana. Ésta nos deja pensar un poco y
continúa:
—Yo creo que Carlos IV y Bonaparte
necesitaban al “tal” Urquijo y que éste supo aprovechar su momento. Bien ¿Y
qué?
Pregunta mi sobrina preferida con
descaro, y añade, pontifical:
—No supo calcular lo que podía lograr
en una situación que le concedió tan poco tiempo. Josefina de Beauharnais , incapaz de dar un heredero al
emperador, aceptó el divorcio, pero aseguró a su estirpe tronos que aún
conserva, en Bélgica, Noruega, Luxemburgo…No olvidemos
al emperador Napoleón III, nieto de Josefina, que dio a Francia el gobierno más
largo de la postrevolución, desde 1852 a 1870.
Cecilia está exultante en la
provocación cariñosa que me dirige.
—El pretendido sobrino del emperador
no tenía sangre bonapartista.
Corta con una de sus risas siempre tan
mal fingidas, Julia. Se refiere a los fundados rumores sobre la vida sexual de
la hija de Josefina durante su matrimonio con el hermano de Napoleón coronado
como rey de Holanda.
Lamento no haber sabido educar a todos
mis Urquijos. No tengo empacho en responder a Cecilia y en mostrar a las claras
mi placer por continuar en un tema tan brillantemente planteado.
—Tengo razones para creer que la Boharnais estaba bien informada de la
existencia del “tal” Urquijo y de la obra que éste tradujo de Voltaire. Esta
señora se movía muy bien en los poderes del Directorio. Julia contaría mejor
las historias de cama, aunque lo que importa son las intervenciones de la
señora sus respecto al “tal” Urquijo. Sí,
es cierto que no he entrado en el papel que hubiera podido jugar esta mujer,
aunque está incluida en esos “algo o alguien”, también hay que incluir a José
Bonaparte, quien también tenía poder en el Directorio-
Cecilia es muy buena alumna y aplaudo
su decisión de visibilizar a las mujeres.
Gracias a l@s 583 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
No hay comentarios:
Publicar un comentario