Los vikingos
No
cambiamos de terraza. Nos instalamos en
la mesa de al lado.
—El
niño se llama Axe, mi compañera Ida y yo Alf. Ayer no nos presentamos…
Nuestros
amigos daneses ya tienen nombre. Hasta ahora tenían fuerte identidad y los
acontecimientos no habían dejado espacio a las presentaciones.
—Julen,
Iris y Carlos.
Respondo
con agrado.
La
conversación sacó a relucir la docencia universitaria que tenemos en común. No
hay muestras de interés por hablar del tema. Demasiadas emociones empujan…
— ¿Por
qué habéis escogido vivir aquí?
No
nos sentimos incomodados por una pregunta que flotaba desde que nos conocimos.
—La verdad es que
mis sueños me llevaron, una vez más a la ruina. Tenía 64 años y para el banco,
concederme la hipoteca era menor riesgo que el capital que había prestado a una
constructora con pocas perspectivas de venta; estábamos en plena crisis de la
burbuja inmobiliaria. Eso sí, puesto que tenía que pagar antes de que cumpliera
los ochenta nuestros gastos fijos son enormes.
Me interrumpo solamente
para pedir un zumo natural de naranja y para permitir que los demás hagan sus
pedidos. Me precipito para aclarar en cuanto puedo:
—Considero este
lugar como una generosa tierra de adopción pese a las circunstancias en que nos
hemos conocido: nos miman en los pequeños comercios que aún quedan aquí cuando
son tan raros de encontrar en otros sitios. Hay calidad humana y alimenticia
para nuestro bajo poder adquisitivo. Desde que Iris se vino a vivir con
nosotros, no diría que esto es el paraíso, pero estamos muy bien.
Me siento
arropado por sonrisas que surgen de donde antes había inquietud.
—Esta tierra nos
resultaba ya inhóspita antes de presenciar las dos agresiones que sufrió ayer
Iris.
Alf expresa
satisfactoria sorpresa. Se siente obligado a aclarar.
·—Me alegra, y
mucho, escucharte. ¡Lástima que tengamos que salir mañana temprano y que no
tengamos posibilidad de descubrir esos tesoros tan ocultos.
—Bueno, la noche
es joven…
La voz de Ida
está preñada de ilusión. Iris, Julen y yo compartimos nuestra alegría con Axe.
—Nuestro
apartamento está muy cerca y sería un placer compartir nuestra cena con
vosotros.
Aprovecho para
expresar lo que todos deseamos
—¿Meteréis
vikingos en vuestro pacífico hogar?
La metomentodo
se pone a recitar las cruentas invasiones que sufrió la “Cristiandad”.
Gracias a l@s 598 que acudisteis a la cita de
ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti
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