viernes, 10 de mayo de 2019

Nuestra cita cotidiana


Los vikingos

No cambiamos de terraza. Nos instalamos  en la mesa de al lado.
—El niño se llama Axe, mi compañera Ida y yo Alf. Ayer no nos presentamos…
Nuestros amigos daneses ya tienen nombre. Hasta ahora tenían fuerte identidad y los acontecimientos no habían dejado espacio a las presentaciones.
—Julen, Iris y Carlos.
Respondo con agrado.
La conversación sacó a relucir la docencia universitaria que tenemos en común. No hay muestras de interés por hablar del tema. Demasiadas emociones empujan…
— ¿Por qué habéis escogido vivir aquí?
No nos sentimos incomodados por una pregunta que flotaba desde que nos conocimos.
—La verdad es que mis sueños me llevaron, una vez más a la ruina. Tenía 64 años y para el banco, concederme la hipoteca era menor riesgo que el capital que había prestado a una constructora con pocas perspectivas de venta; estábamos en plena crisis de la burbuja inmobiliaria. Eso sí, puesto que tenía que pagar antes de que cumpliera los ochenta nuestros gastos fijos son enormes.
Me interrumpo solamente para pedir un zumo natural de naranja y para permitir que los demás hagan sus pedidos. Me precipito para aclarar en cuanto puedo:
—Considero este lugar como una generosa tierra de adopción pese a las circunstancias en que nos hemos conocido: nos miman en los pequeños comercios que aún quedan aquí cuando son tan raros de encontrar en otros sitios. Hay calidad humana y alimenticia para nuestro bajo poder adquisitivo. Desde que Iris se vino a vivir con nosotros, no diría que esto es el paraíso, pero estamos muy bien.
Me siento arropado por sonrisas que surgen de donde antes había inquietud.
—Esta tierra nos resultaba ya inhóspita antes de presenciar las dos agresiones que sufrió ayer Iris.
Alf expresa satisfactoria sorpresa. Se siente obligado a aclarar.
·—Me alegra, y mucho, escucharte. ¡Lástima que tengamos que salir mañana temprano y que no tengamos posibilidad de descubrir esos tesoros tan ocultos.
—Bueno, la noche es joven…
La voz de Ida está preñada de ilusión. Iris, Julen y yo compartimos nuestra alegría con Axe.
—Nuestro apartamento está muy cerca y sería un placer compartir nuestra cena con vosotros.
Aprovecho para expresar lo que todos deseamos
—¿Meteréis vikingos en vuestro pacífico hogar?
La metomentodo  se pone a recitar las cruentas invasiones que sufrió la “Cristiandad”.


Gracias a l@s 598 que acudisteis a la cita de ayer: https://carlos-ortizdezarate.blogspot.com/
Gracias a Iris
Gracias a ti

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...