Marcel
Villaviciosa 7 de junio
Ayer me quedé sin saber más sobre la reyerta. Encontré a
Chunchi de anochecida. Estaba sentada en la terraza del bar la Zapica, frente
al juzgado.
Me acerqué, esperanzado. Todas las mesas estaban ocupadas. No
dudaba en la acogida de la dama.
–No puedes sentarte aquí. Espero a mi marido.
Dijo, con sorna maliciosa. Usa y juega con los ingredientes.
–No sabía que se había puesto turbante…
Intenté que se enteren más allá de la terraza.
–Todo el mundo sabe que somos cristianos viejos y que nos
reservamos el derecho a nuestra intimidad. Lo sabrías tú si no fueras un viejo
solterón.
Jaque mate. Hay much@s cristian@s viejos metidos en sus
intimidades sentados en torno a las otras mesas. Más de un@ se ha precipitado
en expresarse en boca de la dama y en hacer unas risas con lo del viejo solterón.
Claro, que siguen en sus “intimidades”, como si no se enteraran de la “pelea”
–He sido la primera en coger sitio. Los síntomas, querido, olían
a juzgado. Por aquí han pasado un montón de gitanos y la Trini, todos esposados
y maltrechos. No me hubieran dejado entrar al escenario sangriento y pensándolo
bien, no estaba dispuesta a sacrificar mis galas. Desde aquí se ven movidas, ya
lo creo.
–A menos que tenga un oído en el juzgado…
–Ahora vete, llega mi hombre..
No era cierto. Y qué, los deseos de la Chunchi son órdenes.
No aclaré que ya no soy un viejo solterón. Es público que
tengo pareja, que entre los dos hemos escrito, publicado y presentado nuestro
romance. Muy pocos ejemplares se han vendido, nuestr@s vecin@s prefieren su
historia de la intimidad que tenemos Iris mi pareja, y yo.
Esta mañana ha aparecido en nuestro césped, Marcel, un amigo
cubano.
Iris es la primera que le ha visto, estaba regando las
plantas de la ventana de la cocina. Yo estaba comiéndome el coco con el
gobierno de Pedro Sánchez, me inquieta mucho, en el saloncito. Me ha dado una
gran alegría mi compañera y Julen y yo nos hemos asomado al ventanal.
Hemos empezado por el gobierno, continuado por las mujeres ,
no sé muy bien por qué y, lo más importante, me he enterado, al fin, del follón
de ayer. Marcel lo explica muy bien.
Hablo mucho con Trini y me cuesta creer las atrocidades que cuentan sobre ella. Esa
pobre mujer se pasa los días en los juzgados, denunciada de tentativa de
asesinato. ¿La conoces?
–Sí, es probablemente la persona con quien más hablo, en la
Villa. Ella me comentó de una cuestión de herencia y acusa a su familia que
querer incapacitarla para que no pueda recibir su parte.
Marcel concreta:
En este caso la acusación viene de los vecinos con quienes
comparte el edificio: afirman que rocía la escalera con sus excrementos. Querían
matarla, ella se ha refugiado en el tejado, los bomberos la han rescatado, la
policía ha intentado protegerla. Ha habido ostias y lesiones por una pelea a
muerte entre protectores, agresores y protegida. Incluso hay heridas de navaja.
–Me he enterado que ha habido trajín en los juzgados y en el
ambulatorio. –¿Y los cohetes?
Me atrevo a preguntar.
–La celebración. Ya se les había asegurado que la echarían.
–¿Y ahora qué?
–¿Tú qué crees?
Así me deja Marcel. No añade, como Joan, que me ha dado el último
minuto que le quedaba, pero sé que está atrapado por el reloj.
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