La Trini
Villaviciosa
6 de junio de 2018
Gran alboroto.
Cinco vehículos de policía, dos de bomberos.
Julen es muy
cotilla, me tira hacia el tumulto. Alguien empieza a echar cohetes. El
entrometido me obliga a alejarme. Siempre he convivido con perros. Los de mi
padre eran de caza y, aunque acostumbrados a los disparos, tenían miedo de
estos festejos.
Yo, de niño, lo
tenía de los “cabezudos”, personajes travestidos por un cabezón de cartón
piedra y que visten el resto del cuerpo con ropajes adecuados al séquito de l@s
gigantes a los que sirven.
Me daban miedo
los primeros porque nos pegaban con vejigas de cerdo tratadas e infladas.
No es que
hicieran daño y los grandes tamaños de sus señor@s me eran indiferentes. Sentía
terror por sus esbirros por los cohetes y por el bullicio.
Me hubiera
gustado esconderme con los perros si no hubiera estado obligado a asistir a la
fiesta.
– ¿Qué han
hecho esta vez los gitanos?
Es Chunchi, la
elegante del barrio, más cotilla que Julen.
–En esos
bloques viven gitanos y payos.
Vuelve a salir
mi “papa”. La respuesta de la destinataria me hace comprender que mi
pontificado no sirve de gran cosa:
–No veo
diferencias entre los que “comen la sopa boba”. ¡Vamos!. Me encanta ir
flanqueada por dos machos que protegerán mi virtud.
Lástima que la
Chunchi tenga en la villa una de sus residencias y solamente venga cuando le
entra el hambre de de liberarse de su marido e hijos. Me divierto mucho con
ella y hace ya más de un mes que no la veía.
–Pues va a ser
que no, querida. No paran de echar cohetes…
–En la Villa lo
hacen a diario
Julen tiembla y
sigue tirando. Tiene que hacer sus necesidades de la mañana. No puedo aceptar
la invitación.
La dama no
acepta insolencias. Lo leo en un ceño
que muestra razonamiento mayestático.
Se ha ido
furiosa. Julen y yo compartimos su curiosidad pero…
–Es la Trini.
Joan, esta vez
corriendo más aprisa, nos da el primer avance de la noticia. Por la hora sé que
tiene todas las papeletas para llegar tarde a clase. También sé que ha agotado
la “legislatura” hasta enterarse de primera mano, con pelos y señales.
Inútil intentar
alcanzarle. Tendremos que esperar a que vuelva, la Chunchi ya habrá encontrado
compañía y sería iluso esperar que tuviera en sus planes compartir.
Ya he
conseguido que Julen se calme. Olisquea antes de decidir la planta que recibirá
sus delicias. Aprovecho para mi visita diaria a la Iglesia de la oliva,
pequeña, sobria, que reúne las energías de l@s peregrin@s que han pasado por
ella, en uno de los caminos de Santiago, desde el siglo XIII.
Me da mucha
calma abandonar mi cabeza al hueco que me deja un árbol. Yulen no escatima
miradas al troco. Imagino que el objeto de mi atención no ha estado allí tanto
tiempo como las piedras, pero sus raíces sí lo han hecho.
En mi camino de
vuelta me como el coco con la política ¿De qué quejarme que la gente me huya? No me
resigno a morir sin encontrar mi puesto en este mundo.
Me agarra y
amenaza
–¡Vas a limpiar
mi pared de la meada de tu perro con la lengua!
Ha añadido
algo. Estaba demasiado ocupado en explicarle que lo haría encantado como prueba
de mi propósito de enmienda Dejaba muy claro lo del “Mea Culpa”, por supuesto.
–Vale por esta
vez y será la última.
Sentía el odio
y la tregua.
Ya estaba
preparado para entrar en detalles del incidente en los “bloques.
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