Las intrigas del Regente y de la Farnesio
Antes veía poco a madre; lo suficiente para dejar bien clarita mi
misión. No necesitaba someterme a examen alguno.
Ella sabía lo que yo hacía en
cada momento. Era como Dios, que dicen que es todo ojos y oídos.
“Pero carece de corazón”. Me corregía, siempre madre.
Ella sigue estando y yo aprovecho mis ratos libres para mantener el
contacto con ella.
—La consorte solamente tuvo que atizar las ascuas de la megalomanía de
un rey disminuido para avivar la guerra en una Europa que necesitaba la paz
para curar sangrantes heridas.
¡Madre me había insistido tanto y con tanto detalle sobre las víctimas que produjo el choque entre
dos egos activado por una intrigante!
—El Regente es el más inteligente.
Decía, convencida, y añadía:
—Nada que ver con las facultades de su madre, claro.
Ya me había trasmitido los mensajes provenientes de la Palatina y de la
Maintenon, que había quemado, tras
memorizar.
Era la única, manera de burlar la férrea censura que ejercía la Farnesio
Imaginando a mi madre fallecida, aproveché su silencio para indicar que
la última no se quedaba manca.
—Así es.
Me dijo, para añadir, con amargura:
—Luis XIV no era Felipe V o la Maintenon la Farnesio. Francia no es
España. El REY SOL creó un estado, su nieto empeoró las instituciones españolas
y, finalmente, el Regente llegó a poner en peligro el territorio que tenía la
misión de custodiar.
— ¿Y la Palatina?
Me atreví a preguntar.
—Debo todo a esa mujer, pero temo que habría tomado las mismas
decisiones que su hijo en esta materia. Felipe V era el cabecilla en la sombra
del Partido Devoto, en el que estaban los bastardos legitimados de Luis XIV.
Montaban la marimorena.
—Te había entendido que el primero que atacó fue el Regente con las
Triple (Inglaterra, Francia y Provincias Unidas, contra España: 1617)
y Quádriple ( las mismas más Austria (1718) Alianzas.
—Pensaba haberte explicado que eso ocurrió en respuesta a la provocación
de la Farnesio, con la toma de Cerdeña y de Sicilia.
—Sí, pero esas alianzas se quedaron en papel mojado hasta la activación
de la guerra, por el Regente, en 1719.
—Después del ataque del Partido Devoto, financiado y activado por la
embajada de España, la Conspiración de Cellamare (1718), que estuvo a punto de
tumbar al Regente y de la activación, por los mismos socios, de una revolución
en Bretaña, en 1719.
—Comprendo
Madre sabía que lo había hecho y continuó.
.—Estos pájaros volvieron a anteponer sus intereses con el pacto de
alianza de defensa mutua (1721) y el compromiso matrimonial de Luis XV con la
infanta María Ana, Victoria (4 años), así como del matrimonio del príncipe de
Asturias con la hija del Regente y el del infante Carlos, con Filipa-
De sobra conocía esos hechos. ¿Por qué me lo recordaba madre? Captó mi
pregunta.
—Tienes que conservar en tu memoria viva la irresponsabilidad de esa
gentuza. Sentencian millones de muertes y deciden sobre las vidas del resto por
el atavismo de la ambición de poder que les aplasta a ellos mismos.
Así lo habíamos vivido en nuestras carnes con la consorte hija del
Regente, con la entrega de la dulcemente tierna, infanta María Ana Victoria,
que nos fue arrebatada a sus tres añitos, y después devuelta por razones de
Estado.
Nunca he visto un impacto tan brutal como el que vivieron la niña y un
infante prometido a otra hija del infante.
Sentí un escalofrío.
Madre me limpio la frente del frío y pegajoso sudor.
—Esa gente lo lleva en las vísceras desde que empiezan a germinar en el
vientre de sus madres…
—¿Y yo?
Me atreví a interrumpir.
—¿Por qué fuiste engendrado para amamantar al infante?
Madre me dejó tiempo de pensar
Su mirada no pedía respuesta y dejaba claro que ella tenía más cosas que
decir.
—No fuiste concebido para acumular poder sino para humanizar el que nos
imponen.
—Una especie de “Mesías” sin la intervención del “Espíritu Santo, ya…
Madre no estaba irritada por mi respuesta. Se disculpó
—Tenía que haberte preguntado si querías hacerlo, cierto.
Se interrumpió unos segundos.
—Hice como ellas y ellos, te impuse el papel que necesitaban mis planes.
Me acerqué para besarla. Su cara se alejó, como acostumbraba en mis
reiterados intentos.
—Me siento muy orgulloso de que se me haya puesto en el lugar donde
puedo llevar a cabo la misión para la que se me ha preparado tan acertadamente.
Madre me hizo una tierna caricia.
—¡Tenemos que hacer de ese chico un buen gobernante!
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