lunes, 8 de octubre de 2018

CARLOS III: EL INESPERADO Bárbara de Braganza II




Bárbara de Braganza II

La escritura no era el fuerte de la aún princesa de Brasil, me envió un mensajero, Vicenzo, director y actor de la ópera: “Convitato di pietra” Una versión del “Don Juan o el convidado de piedra, de Moliére, escrita por el napolitano Andrea Perruci .
Sabía del éxito de la obra en Nápoles, no había tenido tiempo…
—Caballero…
Me susurró el divo, mientras deslizaba en mi mano el papel en el que Marianina había escrito: “Écoute lui”.
Me bastaba. Encontramos un sitio discreto.
—¿Qué me traes?
Pregunté sin poder retener mi impaciencia.
—En primer lugar, una invitación para que sus majestades asistan a una representación de la transformación napolitana del mito de Don Juan promovido por Tirso de Molina el siglo pasado. Es la Comedia del Arte llevada a la ópera, es…
—Lo que no cuenta el “castrati”.
No quería ser grosero, pero estaba ansioso por terminar los preámbulos y por cortar un tema que carecía de interés para mí.
—Sé que habéis recibido un mensaje que os he hecho llegar yo mismo. En efecto, doña Bárbara es la remitente. La reina católica está convencida de que el cariño que profesa por Farinelli es recíproco y, en todo caso, el comunicado no contrariaba los deseos de la Farnesio…
—¿Por qué avisarme a mí?
—Supongo que vos sabréis la respuesta. Su Alteza la princesa de Brasil quiere informaros de que  su querida cuñada ha tirado la toalla.
— ¿Qué queréis decir?
Las palabras de Vicenzo no me resultaban creíbles, la Farnesio se equivocó, una vez más, con la doble alianza portuguesa.
Apenas saboreó su venganza contra la ruptura del compromiso de la infanta Mariana Victoria con Luis XV y de la devolución de la misma; tuvo que recurrir a los Pactos de Familia, que unieron Francia y España, el 7 de noviembre de 1733 y el 25 de octubre de 1743.
La princesa de Brasil nunca perdonó el uso que Su Majestad Católica hizo de su persona.
La princesa de Asturias era cuadrada de cuerpo y su rostro, ya de por si poco agraciado estaba agujereado por las huellas que había dejado la viruela, pero había tenido un padre que había dorado sus ocultos tesoros.
Doña Bárbara utilizó el tiempo en que su suegra había secuestrado a los príncipes de Asturias para que ambos aprendieran a ejercer sus derechos.
El esposo al que se quería castigar más encontró una cómplice que comenzó por curar las heridas infectadas tras la muerte de Luis I. Era el único hermano que había llegado a conocer. Les unió especialmente el odio que les “regalaba” la madrastra.
Me consta que la Farnesio llegó a temer que doña Bárbara llegara a curar la locura que el príncipe había heredado de su padre y que había sido bien reforzada por la intrigante madrasta.
Bien es cierto que sabía que las actuales Majestades Católicas estaban controladas por los “hombres de la Farnesio, pero la reina es mucha reina.
Vicenzo me dejó en mis pensamientos hasta que le pareció oportuno concluir.
—Ambos mensajes dicen que Su Majestad Católica ha perdido las esperanzas de concebir un heredero. La crisis del rey que llevó a Sus Majestades a Aranjuez ha sido acompañada de diagnósticos catastróficos.
Me lo temía, pero era tan fuerte mi ansia de contrariar los designios de la Farnesio que me había negado a admitirlo.

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