sábado, 6 de octubre de 2018

CARLOS III: EL INESPERADO La Via Marina



La Vía Marina

—La investigación y la docencia no son tan gratificantes como vuestro gobierno, vos habéis abierto el sepulcro que era Nápoles aprovechando el afán de supervivencia que atizasteis ante la insolencia de los cañones ingleses: abristeis la Vía Marina. Yo sigo predicando en el desierto que mientras no salgamos de esta putrefacción  la inercia que pesa sobre nosotros cerrará paso a la energía.

El profesor estaba presentando al rey como sí de un “Mesías” se tratara.
Comprendí que el último se ruborizara.
Cierto que el rey de Las Dos Sicilias había encarnado el milagro: dineros para la defensa, para abrir y embellecer la ciudad, el comercio, la autoestima y la imagen napolitana.
La construcción de la Vía Marina era necesaria para descongestionar el tráfico del puerto, pero, también facilitaba la ruta diaria de Sus Majestades, puesto que une el Palacio Real, la Iglesia del Carmelo y el palacio Puccini.
Pronto fue un lujoso paseo que ponía a Nápoles a la altura.

Sobre todo porque fue capaz de drenar la riqueza musical de la ciudad.
—Mi único mérito ha sido el de escucharos.
Dijo el rey sin falsa modestia.
El profesor se disponía a hablar, pero, el Carlos que sabía ser entrañable explicó:

—Sabes que te leo y que soy un “ilustrado en italiano”; lo único que he hecho, es reunir intereses para  subvencionar tus recetas, por cierto, han dado resultados brillantes, puesto que tenemos todas las bendiciones para continuar las obras y hay muchas ganas, tantas como para subvencionar educación y asistencia. Tenemos que ser pacientes nada más: hay negocio, empleo y ganas.
Su majestad tenía razón; para entonces, Nápoles era ya una de las tres ciudades europeas más visitadas, tras París y Londres.

Ya llevaba “muerta” desde la Edad Media, pese a su esplendor en los imperios griego, romano y vizantino
—Habéis sabido abrir espacios y crear Estado.
Dijo el profesor.
—No olvidéis que lo único que “hacemos” es escuchar y hacer converger intereses.
Respondió el monarca sin vanagloria y añadió.
—También me ayuda, mucho, vuestra enseñanza para encontrar el “talón de Aquiles de la maldición que explica el principio de d’Alambert.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...