Domenico Scarlatti
—Dudo que el mensaje cifrado que os llegó por mi intermediación
proviniera de la Farnesio.
Afirmó Vicenzo.
Mi interlocutor parecía conocer cosas que yo ignoraba.
—Pareces más inclinado a la afirmación.
—He tenido el placer
de participar en veladas de Su Majestad
Católica y el Domenico Scarlatti me honra con su amistad.
Respondió mi contertulio con la suficiente
parsimonia como para darme tiempo a digerir sus palabras.
Estaba muy al corriente de la importancia del
ilustre napolitano en la vida de una infanta a quien su propio padre
consideraba fea.
Scarlatti
fue su tutor preferido desde
1719, más que eso, puesto que la princesa de Asturias se lo trajo a Madrid.
—Este genio de la música que ha sacado a la
luz los valores de una infanta rechazada tiene un gran mérito, pero ha sido
atrapado por su pasión por el juego.
Dije con despecho.
El rostro de Vicenzo apenas se inmutó, pero
su respuesta fue pronta:
—No es el único defecto de Scarlati; siempre
le han gustado las cortes. En 1703 escribió su primera ópera: L'Ottavia
ristituita al trono, dedicada a la condesa de San Esteban de Gormaz,
porque aún no había conocido a la infanta Bárbara de Braganza a quien ayudó a
encarnar a esa Ottavia que recupera su trono. En esa ópera estaban sus entrañas
y su composición fue, en cierto modo, una profecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario