El marqués de la Ensenada
viernes, 12 de octubre de 2018
CARLOS III:EL INESPERADO El marqués de la Ensenada
El marqués de la Ensenada
“Agradecería tu compañía. Mantente cerca de palacio
“, indicaba la nota que me entregó Julia, la fiel “criada” de doña Amalia.
Una chica bien guapa y, lista; me recordaba a
Madre.
También Julia había empezado de fregona y ahora era
portadora de los mensajes personales de doña Amalia de Sajonia
Claro que me
había fijado en la portadora, de hecho, nos
tuteábamos desde el principio de la relación, porque, pese a los dolores que
imponía su “realeza”, doña Amalia, cada día, encontraba un momento para decirme
algo en boca de su persona de “confianza”.
De ahí venía el reproche que me dirigía la reina
constantemente embarazada.
Julia y yo no comentábamos, ni siquiera hablamos
del mensaje cifrado y presentado.
Mi respuesta no variaba: “Recibido y compartido.
Siempre disponible para la reina de las Dos Sicilias”.
Mi disponibilidad tuvo que armarse de una paciencia
que las visitas de Julia me hicieron dulce.
Doña Amalia había encontrado tiempo y momento para
que nuestro encuentro tuviera lugar en estricta intimidad.
—¿Por qué me lo has ocultado?
Dijo Su Majestad, aunque su mirada estaba libre de
reproche.
Eso sí, no dejaba lugar a dudar que estaba al
corriente del mensaje cifrado que me había hecho llegar “el Catrasti” y de la
visita de Vicenzo, cuando añadió:
—Me pareció curiosa tu repentina afición por la
ópera, Julia me explica muy bien tus reacciones…
Guardó un corto silencio para dar más fuerza a su
reproche:
—Poco me conoces si temes hacerme daño por
recordarme que Doña Bárbara ha aceptado su fracaso.
Dijo la esposa del hermanastro.
—Pero el gobierno de España va bien gracias a la
reina Católica.
—¡No podrá ser enterrada en el panteón real por no
ser madre de un sucesor!
Difícilmente podría habérseme ocurrido tal idea
cuando tanto habíamos luchado para sacarnos del panteón que era, y es aún,
Nápoles.
¡Buenas caminatas tenía que darme para vivir lo más
alejado posible!
¡Era muy feliz con mi gente!
—Me parecía que vuestra majestad ya hacía mucho más
de lo que podía…
Me ruboricé al excusarme.
Doña Amalia jugaba con los círculos de humo que
expulsaba con tranquilo gozo.
¡Como si no
supiera que me estaba escrutando!
—No supiste interpretar y nadie te ha pedido que me
protejas.
Una lágrima activada por la pena me delató.
Doña Amalia acarició mi nuca y se apresuró a tranquilizarme:
—El rey estaba furioso por la firma del tratado de
Aranjuez firmado entre su Majestad católica, Córcega y Francia, supuestamente
para protegernos.
Eso ocurrió en enero de 1752. Estaba al corriente. ¿Cómo
no pensé que los mensajes que había ocultado tenían relación con éste hecho?
—El marqués de la Ensenada nos espía a todos. Estoy
segura que lo sabías. Nosotras hemos aprendido a burlarle.
—Pero fue el rey de las Dos Sicilias quien concedió
el marquesado.
—Honró sus méritos, pero tememos sus intrigas.
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