lunes, 1 de octubre de 2018

CARLOS III: EL INESPERADO El coronel Giovanni Battista




El coronel Giovanni Battista

La nobleza italiana se entendía bien con la catalana : los Austrias ya tenían una parte importante de estrategas italianos en sus ejércitos y, había  unos  centenares de altos cargos italianos en  los ejércitos de Su Majestad Católica; por ese lado estábamos protegidos, según nuestros informadores.

El caso de Giovanni Battista merece mención especial: formó con su propio peculio el Regimiento que había nombrado el rey, mucho antes de que llegáramos, y allí estaba…

Este hombre fue, sin duda, el más oportuno tesoro que tuve la suerte de encontrar.

—Es muy simple; nuestro encuentro con los catalanes  fue bueno para ambos, cuando los Austria unieron las coronas de Aragón y de Castilla, pasamos a ser mera pieza del imperio, español o austriaco. Yo apuesto por Carlos de Borbón Farnesio porque en todos los Tratados se nos promete que tendremos nuestro propio gobierno.
Me dijo el coronel  en la primera reunión que me concedió unos meses después de nuestra brillante llegada.
—No tengo la impresión de que los “poderosos” de los reinos de Nápoles y de Sicilia piensen, siquiera, dejar de mangonear.
Me había apresurado en responder.
Sabía que mi interlocutor representaba a una pequeña parte de los aludidos y también estaba al corriente  de la calaña de un interlocutor servido por mis agentes.
Para entonces ya me había creado, bajo cuerda, mi propia empresa que ofrecía acceso a una información prohibida.
El hombre que representaba y que defendía a Nápoles tenía más prisa que yo en concluir nuestro trato.
—Digamos que esas señorías ilustrísimas estorban a los Lazzaroni, al rey Carlos, a quienes queremos  dotar esta tierra de su valor, y a una muchedumbre que compartimos el ansia de terminar con las tumbas que está abriendo  las luchas entre las familias que mandan en las potencias que compiten en el predominio.
—El rey y la reina, os lo aseguro, son fervientes ilustrados.
—Y católicos convencidos de que Dios les ha puesto la corona.
—Aman esta tierra.
—Pero no han sido aún destetados.
La conversación fue para largo. Daba la casualidad que había encargado a mi empresa, era “El Tratado de dinámica”, obra publicada por d’Allembert, en París, en 1743.

Aún no lo había conseguido
Estaba a punto de llegar. Lo sabía.
—Cuál es su interés por la obra
Me atreví a preguntar.
—El análisis de la inercia que repele la energía por mucho que esta mane…
Así fue nuestra primera, larga y fructífera conversación.

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