domingo, 21 de octubre de 2018
CARLOSIII: EL INESPERADO Fernando de Silva Álvarez de Toledo
Fernando
de Silva Álvarez de Toledo
Cuando volví de la vomitona me
encontré a Julia y al jesuita animados en una conversación sobre el duque de
Alba.
Me había pasado un buen tiempo
fuera, primero para librarme del asco y después para disimular los efectos del
mismo.
No creo que vuelva a comer conejo
en mi vida y tampoco se me ocurriría pensar, como hacían los aborígenes del Candide de Voltaire, que la ingesta de
la carne de los jesuitas me ayudaría a defenderme del inmenso poder de estos.
—Desde que heredó el ducado de
Alba, el 16 de abril de 1755 se perdieron las complicidades…
Se lamentaba el jesuita. No sé si
antes o después del eructo; su mirada me traspasaba.
Claro
que la fecha me sonaba!
Jacobo Fitz James Stwar había
legado mi protección en un escrito que no entraba en actos notariales ; Don Fernando
de Silva Álvarez de Toledo lo había leído.
Nuestra correspondencia es harto
gratificante.
Es mi mirada a los reinados de
Felipe VI y de Carlos III.
Claro que las que madre me legó y
las que viví en mi “misión”, también fueron útiles a una señoría en los reinados de Felipe V, Luis I, Fernando VI
y Carlos III.
Algo más; Fernando VI le encargó
la embajada de Paris y la prioridad soberana era el mantenimiento de la paz.
—Le falta tenacidad.
Decía el jesuita.
—O choca
Dije yo al simple objeto de anunciar
mi presencia.
—Choca con él mismo Este hombre
ha logrado que una familia manchada por el bando austriaco entre en el poder de
los Borbónes Tuvo la suerte de nacer en
1714, cuando ya había terminado la Guerra de Sucesión y de educarse en Viena,
nació en el exilio. Su familia regresó a España en 1727.
No comprendía por qué el cura nos
soltaba tan gran homilía cuando se podía resumir, como hice:
Fernando de Silva Álvarez de
Toledo, inició su hábil carrera a los 17 años, cuando contrajo matrimonio para
emparentar con los condes de Oropesa y ser aceptado en los círculos de la
Farnesio…
El cura me interrumpió
terriblemente irritado.
—Muy astuto, en efecto; se metió
en las guerras italianas cuyo único objeto era asegurar tronos a los hijos de
la reina…
Corté a mi interlocutor con una
sonrisa y una cosita:
—La voluntad divina puede
llegarnos por distintos caminos…
No fue precisamente mi falso
beaterio lo que provocó la interrupción de mi contertulio:
—Todo el mundo reconoce la
astucia del duque: usar su estirpe, desposarse con la Grandeza, satisfacer a la
reina, darse a conocer como militar…
La cosa se ponía de interrumpir.
Así lo hice. Empezaba a sentirme cansado:
—Entrar en la corte: ayuda de
campo del infante don Felipe, a sus 19 años…
El cura me agradeció mi resumen
con una sonrisa que remató así:
—El duque de Alba ha utilizado su
poder satánico para provocar la caída de Ensenada y de Esquilache.
No faltaba razón al cura.
—Pero fue nombrado embajador en
Versalles tras la muerte de la infanta María Teresa.
Dije para consolarme.
—El entonces duque de Huéscar no
hizo gran cosa en París. Por su mala salud y por su indolencia…
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